La manzana es considerada una de las frutas más atractivas, de mejor aporte nutricional y de múltiples beneficios para la salud por lo que, históricamente, ha tenido una gran demanda. Dentro de la fruticultura de exportación, esta especie es sin duda una de las más importantes a nivel productivo nacional y del mundo. Es la tercera fruta más consumida en todo el planeta, y en ranking de exportaciones por especie, Chile disputa todos los años el primer lugar de exportaciones dentro del hemisferio sur.

Sin embargo, en el último tiempo el mercado interno de la manzana en Chile ha enfrentado una serie de situaciones que han resultado en fuertes variaciones en rendimiento de los huertos, calidad de la fruta y producción total, lo que redundó en precios variables en el mercado interno industrial, fresco y, finalmente también, en las exportaciones de fruta fresca. Aun así, la manzana es considerada una especie con gran potencial productivo, sobre todo por las excelentes condiciones edafológicas y de clima, y por todo el acervo en gestión agronómica y productiva con que cuenta nuestro país. Esto nos pone en un muy buen pie para enfrentar con conocimiento y bagaje los desafíos y escenarios del futuro de esta industria.

En los últimos cinco años y a nivel de mercado mundial, Chile ha perdido competitividad frente a la oferta de contraestación de otros países del hemisferio, como Nueva Zelanda y Sudáfrica. Algunos de estos problemas internos son el lento recambio varietal interno, considerando que existe, en el mercado internacional, una notoria tendencia hacia la obsolescencia de la mayoría de las variedades tradicionales. A nivel productivo y operacional debemos ser capaces en los próximos años de mejorar la productividad a través de la eficiencia en los costos, y aprovechar las ventajas que nos entrega la fuerte digitalización de procesos y mecanización de los huertos y diseños modernos. Esto se hace imperativo hoy que, enfrentados al escenario post pandemia, alza desmesurada de fletes, guerra de Ucrania, alta inflación mundial y crisis económica global, debemos encarar la próxima cosecha en Chile con cerca de un 60% de alza en los costos de producción.

Al mismo tiempo, debemos enfrentar tanto el reajuste del mercado europeo de la fruta antes destinada a Rusia, como el aumento sistemático en la capacidad de guarda del hemisferio norte. Esto finalmente causa una contracción de las importaciones de los mercados compradores, empeorado esto último por la fuerte tendencia a valorar la producción local por todas las implicancias medioambientales que supone, entre ellas menor huella de carbono y de agua, a pesar que el costo medioambiental de la guarda podría ser mayor.

A nivel internacional, para la temporada 2022/23 se presentan escenarios muy disimiles dependiendo del país y continente. Existen países como España, China y Francia, que bajaron su producción en esta reciente temporada por problemas climáticos y de comercialización. Y al mismo tiempo, existen países como Estados unidos que aumentaron su producción total en un 2,7%, lo cual sin embargo no rompe la tendencia hacia la baja de un 3,5% en los últimos cinco años. No obstante, la tendencia más extendida da cuenta de una sobreoferta mundial, en la que una menor superficie de plantación es más que compensada por la tecnología, que ha permitido mayores rendimientos.

Creemos que el balance de la próxima temporada para Chile no estará sujeto sólo a consideraciones productivas, climáticas o de mercado, sino que estará también ligado a la recuperación de la demanda a partir de la crisis económica mundial. Mientras tanto, el mensaje de muchos analistas es claro: hay que aguantar. Llevar al mínimo los costos, tratos más directos con compradores finales y con un fuerte énfasis en la eficiencia a la espera de mantenerse a flote.