
Cubiertas vegetales: una herramienta para proteger y reconstruir la fertilidad del suelo
Los sistemas agrícolas modernos necesitan considerables cantidades de energía e insumos, son de alto riesgo y, a menudo, degradan el recurso suelo. En particular, el intenso y permanente laboreo reduce los niveles de carbono del suelo, lo que implica un deterioro de sus características físicas, químicas y biológicas. Para mantener o incrementar los rendimientos se […]

Si bien los sistemas agrícolas intensivos han proporcionado un aumento constante de la productividad durante un largo período, este crecimiento se está desacelerando puesto que se ha hecho a costa de un deterioro del medio ambiente. Se requiere un cambio transformador en los sistemas agrícolas, para proteger y reconstruir la fertilidad del suelo, mejorar la resiliencia y poder adaptarse a los cambios en las condiciones climáticas.
En este artículo analizaremos el uso de cubiertas vegetales en huertos frutales y viñedos, con el propósito de frenar la degradación física y química de los suelos y construir suelos fértiles y sanos, que son la base de sistemas agrícolas sostenibles y rentables.
CARACTERÍSTICAS Y USOS DE LAS CUBIERTAS VEGETALES
Por lo general, una cubierta vegetal es un cultivo, o bien, una comunidad de plantas nativas o naturalizadas, sembradas o conservadas y manejadas, con el fin de otorgar cobertura y mejorar las condiciones físicoquímicas del suelo. En el caso de cultivos anuales que se incorporan al suelo, se los conoce como abonos verdes. La técnica consiste en establecer el cultivo en toda la superficie o, lo que es más frecuente, entre las hileras de árboles o viñedos.
Estas se pueden clasificar según su permanencia en el tiempo en tres tipos:
- Cultivos de abono verde de invierno, que suelen ser leguminosas fijadoras de nitrógeno (como arveja, lupino, haba), los que son sembrados cada otoño y segados e incorporados en primavera. Las leguminosas se pueden sembrar también en mezcla con cereales como avena o cebada.
- Leguminosas forrajeras anuales de autosiembra (trébol subterráneo, hualputra, trébol encarnado, trébol balanza), sembradas en otoño y manejadas durante la primavera y principios del verano, para permitir la resiembra natural.
- Especies perennes, que pueden ser forrajeras (ballica perenne, festuca, pasto ovillo) y/o leguminosas (trébol blanco, lotera o alfalfa), sembradas en otoño y cortadas para proporcionar un recubrimiento de suelo durante todo el año.
BENEFICIOS
El mayor beneficio que otorgan las cubiertas vegetales es el aumento de la calidad física y biológica del suelo, a través la exudación de metabolitos en la rizósfera y la adición de materia orgánica al suelo. Como resultado de la descomposición de la materia orgánica por los microorganismos, se forman compuestos que contribuyen a unir las partículas del suelo, formando agregados. Un suelo bien estructurado posee buena aireación e infiltración de agua y evita o mitiga su compactación.
La incorporación de altos niveles de materia orgánica contribuye a la formación de humus. Este efecto positivo depende del manejo y la permanencia de la cobertura. Cubiertas permanentes y persistentes en el tiempo son la mejor opción para generar cambios medibles en el contenido de humus. Por otro lado, cuando los abonos verdes son manejados con una labranza intensiva, estos no contribuyen significativamente a mejorar los niveles de humus, debido a que la labranza periódica provoca una descomposición rápida de la materia orgánica.

LEGUMINOSAS COMO FUENTE DE NITRÓGENO
Los cultivos de cobertura que incluyen plantas fijadoras de nitrógeno como tréboles o medicagos anuales o perennes, y los abonos verdes como vicia, arveja, haba, lupino y otros, aportan importantes cantidades de nitrógeno, siempre que las especies sean inoculadas con su Rhizobium específico, logrando con ello una buena fijación biológica de nitrógeno.
La contribución de nitrógeno del cultivo de cobertura al cultivo principal va a depender fundamentalmente de la eficiencia del proceso de fijación y de la cantidad de biomasa que produzca el cultivo. En general, cultivos de cobertura de abono verde con un alto porcentaje de leguminosas pueden aportar más nitrógeno que las praderas anuales de resiembra o que los cultivos de cobertura de especies forrajeras perennes que contienen leguminosas. Por otra parte, se recupera más nitrógeno de los cultivos de abono verde cuando son incorporados, que cuando se cortan y se deja el residuo en la superficie del suelo. En el Cuadro 1 se indican las principales leguminosas utilizadas como cubiertas vegetales, su producción y aportes de N.
PROTECCIÓN CONTRA LA EROSIÓN
Las cubiertas vegetales son importantes en la protección del suelo, especialmente en huertos o viñedos plantados en laderas o sobre lomajes de alta pendiente. El follaje de los cultivos de cobertura reduce la velocidad de las gotas de lluvia antes de que lleguen a la superficie del suelo, evitando la disgregación de los agregados y el sellado de la superficie del suelo. Cuando no existe cobertura, aumenta la escorrentía y con ello la erosión del suelo. Las raíces de los cultivos de cobertura unen las partículas del suelo, mejoran la estructura del mismo y la infiltración del agua.

Para lograr el efecto de protección del suelo, la cubierta vegetal debe proporcionar una rápida y eficiente cobertura del suelo. Cultivos de cereales como avena y centeno o gramíneas forrajeras como ballica anual o bianual, cumplen muy bien esta función. En general, las leguminosas son de menor crecimiento invernal y, por tanto, proporcionan una menor cobertura de suelo durante el período de otoño e invierno.
Otra ventaja de las cubiertas vegetales es que parte del material vegetal que queda en el suelo una vez finalizado el período de crecimiento y que es cortado y dejado en la superficie, aumenta la infiltración de agua y reduce la evaporación del agua del suelo.
MEJORA EN LA ESTRUCTURA DEL SUELO
Las cubiertas vegetales de algunas especies pueden proporcionar una descompactación del suelo en profundidad. Este es el caso de las crucíferas, que pueden penetrar en capas compactas o muy densas, aumentando la capacidad de percolación del agua del suelo. Las especies con raíces pivotantes pueden penetrar mejor en los suelos compactados que las especies de raíces fibrosas, y estar mejor adaptadas para su uso en “labranza biológica” (Chen and Well, 2010).
El término “bioperforación”, acuñado por Cresswell and Kirkegaard (1995), se refiere a la creación de bioporos mediante raíces pivotantes de profunda penetración y al uso posterior de estos bioporos como vías de baja resistencia por las raíces de cultivos sucesivos o asociados. No obstante, las raíces de diferentes especies difieren en la capacidad de penetrar en suelos compactados y se ha sugerido que las raíces con mayor diámetro pueden penetrar mejor suelos compactos que raíces con diámetros más pequeños (Materechera et al., 1991; Misra et al., 1986).

Adicionalmente, las coberturas fomentan la infiltración de agua del riego y de la lluvia, evitando el anegamiento, y así la ocurrencia de enfermedades como phytophtora en el huerto.
DISMINUCIÓN DE LAS MALEZAS DE DIFÍCIL CONTROL
El establecimiento de cubiertas vegetales permite realizar un manejo racional de la vegetación de la entrehilera, contribuyendo a la supresión de malezas y su reemplazo por especies benéficas. Un beneficio ambiental adicional es la disminución en el uso de herbicidas.

El efecto competitivo de la cubierta vegetal sobre las malezas se ejerce por el sombreado y la competencia por agua y nutrientes. Esta competencia es muy eficiente si la cubierta está bien establecida, con una instalación rápida y una buena cobertura del suelo. Por el contrario, si la cubierta está mal implantada o se desarrolla y crece mal, las malezas no son controladas. Una siembra temprana, un suelo bien preparado y adecuadas dosis de semilla, en general permiten obtener una cobertura del suelo satisfactoria, que cumple con los objetivos para los cuales fue establecida.
Asimismo, un manejo con cortes frecuentes en cubiertas permanentes como praderas con alfalfa, tréboles en combinación con gramíneas, contribuyen a la disminución de la población de malezas.
CONTROL DE PLAGAS
Existen en el mundo numerosos ejemplos que muestran las ventajas de incorporar determinadas cubiertas vegetales a ciertos cultivos para favorecer el manejo de plagas. Este tipo de práctica cultural que implica la conservación y/o creación de nuevos hábitats y su manejo, se enmarca en lo que se denomina control biológico conservativo y tiene como objetivo favorecer el desarrollo y la acción de los enemigos naturales, aumentando su abundancia y eficiencia en la reducción de plagas.

La efectividad de las cubiertas vegetales con beneficios asociados al control de plagas depende de la cantidad, calidad y oportunidad en que ellas adicionan alimentos suplementarios alternativos o refugios físicos a parasitoides y/o depredadores carnívoros que naturalmente requieren, en todos o algunos de sus estados de desarrollo, alimentarse de aquellos artrópodos fitófagos que pueden producir daños económicos a los cultivos. Por tanto, los alimentos alternativos son una contribución de las cubiertas y factibles de ser utilizados por especies de enemigos naturales asociados a estas cubiertas, donde pueden encontrarse hospederos o presas alternativas, además de néctar y polen (carbohidratos y proteínas) en sus flores o en las de otras plantas que se encuentran en el cultivo o su entorno.
Para más información se recomienda consultar la publicación Ovalle M. Carlos (Ed.) 2020. “Cubiertas vegetales: una herramienta fundamental para el manejo sustentable del suelo en huertos frutales, viñedos y hortalizas”. Boletín INIA N° 425.
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