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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición

El lado oscuro de la productividad

Hace muy pocos días cayó en mis manos un ensayo de la revista Technology Review sobre el fascinante tema de la tan discutida paradoja entre el empleo y la productividad como variables del avance tecnológico. El ensayo reproduce y menciona algunas teorías y conclusiones de los profesores del Sloan School of Management del MIT (Massachusetts Institute of Technology). El estudio se enfrenta a la pregunta sobre las consecuencias en el empleo de los potentes, profundos y acelerados cambios tecnológicos que estamos viviendo sobre todo en los últimos 15 años.

¿Estarán estos abruptos cambios tecnológicos y sus inherentes consecuencias en el aumento de la productividad, contribuyendo a la destrucción de empleos y el estancamiento de los ingresos medios y, por lo tanto, al aumento de la brechas de desigualdad a nivel global?

Como sabemos el aumento en la productividad es un claro indicador de crecimiento y creación de riqueza. Una de las mejores y también más comunes y simples definiciones de productividad en economía es “el mayor valor agregado aportado por una unidad de producción determinada”. Por ejemplo, una hora de mano de obra determinada puede producir un mayor valor económico del que era capaz de producir antes. O dicho de otra manera, uno podría alcanzar ese mismo valor económico invirtiendo sólo una fracción de ese tiempo. En ambos casos, son lo que se llama un desplazamiento de la curva productiva.

Hay un gráfico que a Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee les fascina mostrar a los economistas y que, al parecer, sería la piedra angular de todas sus teorías. Es un simple gráfico lineal con dos variables: la curva de productividad contrastada con la curva de empleo. Explican los ponentes que durante los años posteriores a la segunda guerra mundial las dos líneas van en paralelo, indicando que el aumento de productividad estaba alineado con el aumento en el empleo. Es decir que cada empleo aportado a la economía como ingrediente, producía un output mayor en esta, y por ende un aumento del PIB, lo que generaba un efecto multiplicador en el empleo. Circulo virtuoso de mayor productividad – mayor actividad económica y riqueza – aún mayor empleo. Sin embargo, acercándose a los años 2000 y hasta más o menos el 2010, la curva sufre un cambio de tendencia y la productividad sigue creciendo con mucho más fuerza que antes, mientras que la curva del empleo comienza a declinar drásticamente hasta que en el 2011 convergen y el empleo comienza a descender más allá de la productividad, lo que genera un efecto negativo y un estancamiento en la capacidad de la economía de generar más puestos de trabajo. Ellos lo llaman “el gran divorcio” y están convencidos de que detrás de esta situación de divergencia, están los enormes avances tecnológicos de las últimas décadas.

Esta afirmación resulta al menos sorprendente ya que desafía la creencia del 99% de los economistas, que hasta ahora tenían la firme convicción de que la solución de todos nuestros problemas económicos era el aumento de la productividad a partir de los avances tecnológicos. Plantean que la tecnología llevará, en poco tiempo más, a algo mucho más sutil que la idea de robots y automatización encargándose de tareas de manufactura. Los cambios que vendrán implicarán una nueva “era de procesos digitales hablando el mismo protocolo de otros procesos e intercambiando información para crear otros procesos”. Esto nos permitirá hacer muchas cosas más con menos gente, aumentando nuevamente la productividad y hará que otros trabajos queden obsoletos profundizando aún más la crisis en el empleo.

Esta teoría, tiene también sus detractores, como el profesor Lawrence Katz, de la Universidad de Harvard, que sostiene que no existirían patrones históricos que demuestren que los aumentos de productividad a partir de los avances tecnológicos conduzcan a un descenso neto del empleo sino que más bien la historia demuestra que estos cambios son shocks muy dolorosos pero temporales y que, a medida que la fuerza laboral ajuste sus competencia y capacidades a estas nuevas tecnologías, la creación de empleo debería rebotar. Sin embargo, en la transición, podría producirse una mayor desigualdad y una disminución en los ingresos medios.

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Robert Edition

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