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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición 157

El límite infinito de la innovación

La innovación es inherente al ser humano y su existencia. Sin embargo, existen ideas contrapuestas sobre su conceptualización. Algunos piensan que ha llegado a un estado límite, como si dijeran que la innovación tiene un techo o que está agotada. En cambio, los más optimistas consideran que los procesos que involucran innovación son infinitos.

En estos últimos diez años hemos sido testigos de importantes cambios sociales, avances tecnológicos, acontecimientos naturales como la pandemia y el cambio climático, entre otros. Esto ha dado paso a una nueva y desconocida realidad, difícil de definir en su totalidad por lo compleja, impredecible y volátil.

A este escenario se suma el estancamiento generalizado en el crecimiento de las economías, lo que es consecuencia, entre tantos factores, de la baja en la productividad a nivel mundial. Las economías no pueden seguir creciendo a través del progresivo aumento en el uso de recursos. Por definición, para provocar un salto estructural en productividad, debemos ser capaces de aumentar la producción de bienes y servicios con los mismos recursos. Para ello, debemos entender que no existen límites que contengan el proceso creativo, y que su materia prima más importante, el conocimiento, está en constante evolución y desarrollo.

El doctor Joel Mokyr, profesor de la Northwestern University en Illinois, postula que existen tres fuertes razones para comprender que el proceso de innovación per se es continuo e infinito. La primera es que los avances científicos y tecnológicos que dieron paso a estas innovaciones se potencian entre sí y forman parte, entonces, de una cadena interminable para la generación de otros avances. La segunda razón es que el conocimiento, como información hacia terceros, está cada vez más disponible por su baja en el costo de adquisición. Y, por último, los mecanismos y la organización institucional para la divulgación y publicación de los avances tecnológicos y científicos, está basada en una “estructura reputacional” de competencia por financiamiento que incentiva así la generación de nuevos conocimientos, poniendo a las “mejores mentes” a disposición de la sociedad.

Existen diferentes enfoques para que los procesos creativos tengan un impacto distinto hacia las diversas áreas del quehacer humano. Algunos tienen un énfasis economicista, otros sociológico, y algunos dirigidos directamente hacia el mejoramiento de productos y servicios. Cualquier rumbo que elijamos seguir, debemos generar una conciencia colectiva sobre la importancia del rol simbiótico entre el sector público y privado para generar, desencadenar, financiar e institucionalizar el proceso creativo para la innovación.

Director Editorial

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