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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

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La carrera por la inteligencia

Investigadores de las más variadas disciplinas del conocimiento han estado trabajando en el desarrollo de Inteligencia Artificial (IA) desde hace varias décadas. Sin embargo, fue en los últimos cinco años que estas investigaciones han acelerado su avance, progreso y resultados de tal manera que hacen posible prever para los próximos diez años un mundo en el que gran parte de las soluciones a los problemas del hombre provengan de la inteligencia artificial. Esta escalada en el desarrollo se debe principalmente al crecimiento exponencial de tres factores: una mayor disponibilidad de datos y manejo estadístico y probabilístico en tiempo real; una increíble capacidad para almacenarlos y gestionarlos en la nube; y el desarrollo de poderosos algoritmos capaces de asociar y relacionar estos datos.

¿Puede ser artificial la inteligencia? Pareciera que al otorgarle el calificativo de artificial se lo impregna de una connotación negativa. Se le dice artificial a esta inteligencia porque busca simular procesos que tienen que ver con las más profundas capacidades naturales del ser humano, como el aprendizaje, la comprensión, el razonamiento y el pensar. La forma de simular es a través de algoritmos que permiten a las máquinas ver, escuchar, reconocer, comprender, hablar y razonar. Esta capacidad está dada por la posibilidad de relacionar personas, cosas, conceptos, lugares o eventos.

Entonces surge una nueva pregunta: ¿qué es lo que no puede hacer? Sentir y ser emocionales. Si bien los prejuicios indican que estas cualidades van en contra de objetivos como la productividad, resultan fundamentales para otras tareas. La IA pueden contradecir a un humano pero sin ser crítico, porque su programación podría detectar alguna alternativa mejor a la que uno esté proponiendo pero nunca hará un juicio de valor para enfrentar un punto de vista. La emocional no deja de ser un tipo de inteligencia, muchas veces de enorme valor para cuando se busca predecir o interpretar comportamientos sociales o incluso para intervenir en la realidad de modo disruptivo, como en la innovación.

Dado que el avance de la IA en el ámbito laboral es inevitable lo que queda es pensar cuál será el rol de los humanos y cuál es la forma más inteligente, justamente, para prepararse. El economista Xavier Sala i Martín, de la Universidad de Columbia, dice que su recomendación a los alumnos es siempre la misma: si quieres un buen futuro profesional, aprende a hacer un trabajo que no pueda hacer una máquina. Los empleos no son los que van a ser automatizados, sino las tareas.

En la misma línea, un informe del Foro Económico Mundial definió las diez principales habilidades que todos los profesionales deberán tener para seguir siendo relevantes en el mercado laboral: solución de problemas complejos, pensamiento crítico, creatividad, gestión de personas, coordinación con otros, inteligencia emocional, juicio y toma de decisiones, orientación al servicio, negociación y flexibilidad cognitiva. Según este mismo informe muchos campos académicos experimentan índices de cambio sin precedentes en sus programas básicos. Sugieren que casi el 50 por ciento del conocimiento en la materia adquirido durante el primer año de una carrera técnica de cuatro años quedará desactualizados antes de que los estudiantes se gradúen.

Así las cosas, surge un concepto acuñado por la profesora de Stanford, Carol Dweck: mentalidad de crecimiento. Esto se refiere a la capacidad de aprender de forma constante para involucrarse en situaciones más complejas de resolución de conflictos, dado que el éxito requerirá fuertes habilidades de comunicación, trabajo en equipo y presentación.

Hace poco alguien me dijo que el mundo no está experimentando cambios sino que el cambio es la esencia misma de esta época: un mundo en estado beta. Por eso, serán quienes desarrollen sus habilidades blandas los que mejor se adapten a esta carrera de la inteligencia, donde las máquinas de ninguna manera vienen a reemplazar al hombre sino a moldear sus trabajos, pero para hacerse cargo de las tareas propias de un autómata y que así cada quien busque su mejor versión. El buen agrónomo, veterinario o empresario agrícola será aquel que pueda interpretar la IA y combinarla con el criterio, pensamiento crítico, creatividad, empatía y emoción para vivir en permanente estado de cambio e innovación.

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