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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición

Microorganismos para un macronegocio

A pesar de que en el pasado, los hongos y las bacterias han tenido muy mala prensa debido a su condición de “agentes” de enfermedades, hoy en día está cambiando mucho la visión hacia ellos. Los microbios pueden ayudar mucho a los cultivos y al suelo, bastante más de lo que se piensa. De hecho, la comprensión y el estudio de lo que estos organismos son capaces de entregar a la agricultura representa el área de mayor crecimiento dentro de la biotecnología actual. Un buen ejemplo de esto, que ya se está implementando con pleno éxito, son los organismos capaces de fijar el nitrógeno del aire en nitratos solubles que actúan como fertilizante natural en el suelo.

Son muchas las empresas que han visto en esto el gran negocio de los insumos agrícolas y existen innumerables proyectos en esta área. Uno de ellos es de iniciativa de una empresa danesa llamada Novozymes y el consorcio Monsanto. Este consorcio, denominado BioAg, se fundó en el año 2013 y tiene una docena de productos ya en el mercado en base a microbios; incluyen fungicidas, insecticidas e insectos que asimilan y liberan compuestos de nitrógeno, fósforo y potasio desde el suelo, haciéndolos solubles y por lo tanto facilitando su disposición para los cultivos. El año pasado, investigadores de las dos firmas probaron 2.000 microbios, en busca de especies que pudieran incrementar los rendimientos de maíz y soya. Hasta ahora se ha llegado a determinar, que algunas cepas serían capaces de incrementar el rendimiento de estos cultivos en por lo menos un 3% para ambos.

En noviembre el año 2015, las empresas Syngenta y el consocio holandés DSM formaron una asociación similar a la anterior. Asimismo, en abril de ese año, DuPont compró Taxón Biosciences, una empresa californiana con una vasta trayectoria en microbiología. Afortunadamente, además de estos grandes consorcios abundan también los startups en el área y existen esperanzadores esfuerzos con nuevas visiones y nuevos bríos. Todos ellos están exentos de la trayectoria que significa haber estado por décadas dedicados a los agroquímicos sintéticos.

Uno de estos es la empresa Indigo, de la ciudad de Boston. Sus investigadores están llevando a cabo pruebas de campo con un impactante espectro de 40.000 microbios para ver si se puede aliviar de alguna manera el estrés hídrico provocado en los cultivos de algodón, maíz, soya y el trigo, inducido por la sequía y la salinidad de algunos suelos. Otro ejemplo de startup en esta área es Adaptive Symbiotic Technologies, de Seattle. Los científicos que formaron esta empresa estudian los hongos que viven en simbiosis dentro de las plantas. Ellos creen haber encontrado uno en particular que se hospeda en un trébol de empastadas de la costa oeste de Norteamérica, que le entrega a esta especie una alta resistencia a la salinidad y, por lo tanto, al transferirlo por ejemplo al cultivo del arroz, es capaz de replicar y potenciar esta resistencia.

Uno de los mayores desafíos planteados para las empresas que hoy trabajan en esta aérea es sin embargo tratar de “persuadir” a las raíces de cultivos como el trigo y el maíz para que se comporten y formen asociaciones con bacterias del suelo fijadores de nitrógeno como lo hacen en forma natural algunas plantas leguminosas como la soya. En las raíces de estas plantas crecen nódulos que alojan bacterias fijadoras del nitrógeno. Si por medio de edición o selección genómica, los rizomas del trigo y el maíz pudiesen ser “persuadidos” de comportarse del mismo modo, todos (excepto las empresas de fertilizantes) podrían obtener el mayor beneficio científico de la historia en la agricultura.

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Robert Edition

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