Bálsamo integral
Durante las temporadas de cultivo 2011/12 y 2012 /13, se realizó un experimento para evaluar los efectos del manejo integrado de la nutrición en la recuperación de árboles decaídos de peral.
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En los últimos años la agricultura en Chile se ha ido empantanando y dificultando, ya sea por cambios en las preferencias de los clientes como por variedades que obsolescen, alta competitividad en los mercados, excesivo aumento en el precio de insumos, fertilizantes y pesticidas, reducción constante de límites máximos de residuos y carencias en el […]
En los últimos años la agricultura en Chile se ha ido empantanando y dificultando, ya sea por cambios en las preferencias de los clientes como por variedades que obsolescen, alta competitividad en los mercados, excesivo aumento en el precio de insumos, fertilizantes y pesticidas, reducción constante de límites máximos de residuos y carencias en el uso de plaguicidas, la resistencia de los patógenos, la expansión de alguna plagas y enfermedades poco conocidas, etc. Hay razones abundantes para explicarlo.
Continuamente sostengo reuniones con productores para incentivar la adopción de la agricultura regenerativa y, en general, me encuentro con una buena disposición. Sin embargo, no logran aceptar que sin fertilizantes sintéticos, plaguicidas, herbicidas y funguicidas se puede lograr una producción rentable. Ese miedo está dejando empantanada nuestra agricultura. Cada día cuesta más lograr una rentabilidad adecuada: cambian las exigencias, las variedades, suben los precios de los insumos, etc. Para salir de ahí tenemos que cambiar la forma de cultivar.
Es cierto que los agroquímicos sintéticos permitieron por mucho tiempo un fácil control de plagas y enfermedades. Los modernos fertilizantes y equipos mejoraron la eficiencia y así hicieron posible cultivar grandes áreas con monocultivos intensivos. Pero por algo en la naturaleza no existe el monocultivo. Las especies no pueden prosperar solas naturalmente. Nunca fuimos conscientes de que a largo plazo su uso indiscriminado causaría la degradación de los suelos, el microbioma y los equilibrios ecosistémicos con graves daños para el medio ambiente y la salud. La actual evidencia de esto es abrumadora.
En este artículo les doy a conocer cómo implementamos el manejo fitosanitario de los huertos con agricultura regenerativa. Se trata de un modelo de gestión agronómico que inicia con un diagnóstico preliminar para establecer la línea base y las brechas que se deben subsanar para llegar a los objetivos productivos del cliente. Luego se diseña un plan con programas de trabajo calendarizado que se ejecuta y monitorea en su cumplimiento y avance.
La mayor dificultad para implementar la agricultura regenerativa no son las herramientas y metodologías sino cambiar los hábitos y costumbres en el manejo de la nutrición y, sobre todo, el fitosanitario de los huertos. Se debe tener en cuenta que es necesario rehabilitar los suelos, partiendo por restaurar el carbono a través de la materia orgánica. Un suelo es funcional y supresor de patógenos, solo si contiene el suficiente carbono para sostener toda la biodiversidad que se necesita para la productividad que deseamos. Sin suficiente carbono en el suelo no hay posibilidad de sustentar la vida y sus redes positivas.
La agricultura sin residuos químicos tiene hoy el respaldo del gran avance que la ciencia ha hecho, al revelar y entender los increíbles mecanismos bioquímicos de la naturaleza. Las nuevas herramientas de manejo agronómico permiten no solo mitigar el impacto ambiental de la agricultura y reducir el uso de plaguicidas sintéticos, sino también contribuir a la creación de sistemas de manejo integral de plagas, la modernización de la agricultura y el logro de objetivos de desarrollo sostenible.
El sistema defensivo de las plantas tiene una alta eficiencia y flexibilidad que se ejecuta a través de vías propias (resistencia sistémica adquirida –RSA–, fitoanticipinas, potenciales REDOX, expresión de genes de defensa, fitoalexinas, ROS, metabolitos secundarios, fitohormonas, etc.) y también mediante la interacción con microorganismos auxiliares mediante redes biológicas conectadas a través de interacciones bioquímicas de señalización inmunitaria (resistencia sistémica inducida, elicitores, antibióticos, péptidos, etc.).
La condición para que esto funcione es tener las condiciones adecuadas de suelo, biodiversidad, agua y de cultivo, que permitan el desarrollo de estas redes funcionales. Dado que los agroecosistemas no presentan estas condiciones, el gran y bonito trabajo del agricultor y el agrónomo está en establecerlas y mantenerlas.
Una de las herramientas disponibles hoy es el uso de microorganismos auxiliares como biofertilizantes y biocontroladores. La ventaja más importante de usar la biología es que su efecto es sistémico y múltiple. Los podemos aplicar foliarmente para controlar un determinado patógeno o generar una condición específica de resistencia, y los podemos inocular al suelo para que actúen en la rizosfera de forma más permanente, si las condiciones son adecuadas. Su acción se realiza por el antagonismo a través de la competencia por los nutrientes disponibles que desplaza y suprime a los patógenos, a través de enzimas hidrolíticas como quitinasas, glucanasas y proteasas, que degradan la pared celular de insectos y patógenos, causando la muerte celular, mediante bactericidas como fenacinas, azomicina, pío vía niña, etc. y fungicidas como pirrolnitrina, pioluteorina, ramnolípidos, etc., y biosurfactantes, que inhiben los patógenos, movilizan nutrientes y facilitan la interacción entre plantas y microorganismos: surfactina, rhamnolípidos e iturina.
En el suelo, la rizósfera recibe la influencia directa de los exudados de las raíces que ofrecen nutrientes ricos en carbono al microbioma que, a su vez, promueve el crecimiento de las plantas. La simbiosis entre plantas y microorganismos genera beneficios como la fijación de nitrógeno, solubilización de nutrientes, modificación de la arquitectura de la raíz, producción de fitohormonas, antibióticos, bioestimulantes y la inducción de resistencia inmune (RSI).
Los PGPR (promotores del crecimiento de las plantas) son bacterias presentes en la rizosfera de las plantas que colonizan activamente sus raíces. Sobreviven en la semilla o el suelo y se multiplican en respuesta a los exudados de la semilla o de la raíz, ricos en carbohidratos y aminoácidos. Dentro de las más conocidas tenemos, Azotobacter, Azospirillum, Bacillus, Burkholderia, Pseudomonas, Rhizobium, Streptomyces, Glomus, Serratia, Lactobacillus, Paenibacillus, etc.
Además de establecer simbiosis en las raíces de las plantas multiplicando, a través de su micelio, en 100 veces el suelo explorado por sus raíces y absorber agua y nutrientes desde lugares donde la planta no llega, las micorrizas ejercen biocontrol a través de la inducción de las defensas de las plantas, regulando los niveles de fitohormonas como ácido salicílico (AS), ácido jasmónico (AJ), etileno (ET) y ácido abscísico (ABA), los que a su vez estimulan la colonización radicular con micorrizas. Las auxinas y citoquininas de la planta regulan las primeras etapas de la colonización reconociendo y modificando la arquitectura radicular para facilitarla. Posteriormente la formación arbuscular es modulada por ABA y AJ y la intensidad de colonización es una respuesta a los niveles de ET y AS. El sistema defensivo de las plantas reconoce el ataque de un patógeno generando la acumulación de AJ, que desencadena la activación de un subconjunto de genes inmunitarios y la producción de metabolitos secundarios defensivos como alcaloides de benzofenantridina, antocianinas, nicotina, terpenoides, glucosinolatos, flavonoides, etc. Los alcaloides producidos por las plantas contienen nitrógeno, incluidas pirrolidinas, pirrolizidina, quinolizidina, tropanos, piperidinas, piridinas y otros. La mayoría de los alcaloides funciona como depósitos de almacenamiento de nitrógeno, defensa contra herbívoros debido a su toxicidad y capacidad de disuasión, y como reguladores del crecimiento.
Los alcaloides vegetales son uno de los metabolitos secundarios más importantes con un papel crucial en la defensa de las plantas. Tienen sabor amargo, inactivan las proteínas y enzimas después de la ingestión y metabolización, y alteran el sistema nervioso central. Esta acción es especialmente efectiva contra áfidos (pulgones). Hay varios alcaloides con reconocida actividad insecticida, entre ellos: amabilina, deoxitazetina, deoxidihidrotazetina, 3-epimacronina, galantamina, hidroxigalantamina, alilnorgalantamina y hidroxigalantamina.
Otro mecanismo que usan las plantas para provocar respuestas defensivas en plantas intactas es liberar moléculas como señal de estrés durante el ataque de patógenos, llamados compuestos orgánicos volátiles (COV), que también pueden ser producidos por microorganismos. Los COV pueden ser alcoholes, alcanos, ésteres, alquenos, terpenoides, azufrados y cetonas, y pueden modular diferentes vías de acción defensiva hormonales, incluida la señalización de jasmonato (JA), ácido salicílico (SA), etileno (ET) y auxina (IAA). El AS activará los mecanismos de defensa contra patógenos biotróficos que se alimentan de tejidos vivos (Phytophtora, Verticillium, Colletotrichum, Erysiphe), mientras que la combinación de hormonas JA y ET activa la defensa contra patógenos que se alimentan de tejidos muertos, o necrotróficos (Sclerotinia, Rhizoctonia, Botritis, Fusarium, Alternaria, Pythium).
Además de fijar N, A zotobacter también produce vitaminas (niacina, ácido pantoténico, riboflavina y biotina), aminoácidos (ácido aspártico, serina, ácido glutámico, glicina, histidina, treonina, arginina, alanina, prolina, cisteína, tirosina, valina, metionina, lisina, isoleucina, leucina y fenilalanina), fitohormonas, funguicidas, sideróforos (captura del Fe), polihidroxibutirato (PHB) y HCN (cianuro de hidrógeno inhibe patógenos radiculares). La importancia de los sideróforos es que pueden prevenir la proliferación de patógenos al secuestrar el Fe+3 en la rizósfera, donde los patógenos no pueden acceder y entregarlo a las plantas como fuente de hierro de fácil absorción.
Muchas bacterias también pueden producir ACC desaminasa, que permite reducir el nivel de etileno de las plantas, degradando el precursor de etileno vegetal, 1-a m i no ciclopropa no (ACC). Las especies de Rhizobium que producen ACC desaminasas son un 40% más eficientes en la producción de nódulos fijadores de nitrógeno, p.e. Rhizobium leguminosarum.
Los microorganismos también pueden producir exopolisacáridos (EPS) que son polímeros de carbohidratos que permiten mayor retención hídrica garantizando la humedad adecuada en la rizosfera. Además, son muy reactivas capturando micronutrientes, que luego liberan lentamente en la rizosfera. Al tener una alta afinidad hacia el Na+ son muy útiles en la remediación de suelos salinos.
Bacillus licheniformis y Bacillus pumilus son productores de ácido salicílico (SA) que interviene en la defensa contra patógenos elicitando señales para generar RSI y orquestar las reacciones de hipersensibilidad, además de activar genes relacionados con la patogénesis y el mecanismo SAR. Las actinobacterias se destacan en la producción de antibióticos, con un total 13.700 compuestos de los más de 33.500 compuestos antibióticos producidos por microorganismos que se conocen actualmente.
Rhizobium, Bradyrhizobium , Azospirillum, Bacillus subtilis, B. megaterium y Bacillus licheniformis alteran la producción de IAA en la planta conduciendo a un mayor enraizamiento y mayor exudación de la raíz. lo que a su vez estimula la colonización bacteriana.
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Robert Edition
6 minutes ago