Con el paso del tiempo, y ya hace algunos años, se han ido implementando algunos cambios en la agricultura con el objetivo de que sus prácticas sean más sustentables y transparentes. Los promotores han sido los propios consumidores, en particular los denominados millenials. Para lograr este objetivo y poder contar con una producción más amigable con el medio ambiente, es que muchas empresas han hecho alianzas o adquisiciones de compañías que desarrollan o trabajan con bioinsumos. ¿La razón? Un funcionamiento más lento del mercado de químicos sintéticos.

Esta es la situación que se vive en Estados Unidos, donde la Agencia de Protección Ambiental cuenta con veinte ingredientes activos de biopesticidas aprobados el último año, número ampliamente mayor en relación con los nuevos ingredientes activos en la parte química. La gran diferencia pasa por el alto valor que implica su desarrollo y el tiempo de elaboración. Este es el escenario que expuso la Dr. Pamela Marrone, CEO y fundadora de Marrone Bio Innovations, quien participó de la 1° Cumbre Internacional de Bioinsumos, organizada por Revista Mundoagro y UC Davis Chile. Unos US$ 300 millones y alrededor de doce años es lo que se demora lanzar un nuevo pesticida al mercado, a lo que se suma que los ensayos deben realizarse antes, por lo que al presentarlo recién alcanza un peak de ventas en un periodo de tres a cinco años: un modelo de negocios complejo para una empresa pequeña, según lo califica Marrone.

Por el otro lado, se puede lanzar un biopesticida en tres a cuatro años y por un valor menor a US$ 10 millones, que incluso puede situarse en menos de US$ 5 millones. Un punto que destaca la experta en relación a estos productos es que van mejorando con el paso del tiempo, gracias a la posibilidad de lanzar distintas versiones. “Vamos a estar constantemente mejorando los productos y como la industria de la tecnología, van a tener una versión 1.0, para un par de años después contar con la 2.0 y posteriormente la 3.0. Es una mejora incremental porque siempre se puede estudiar un microbio y los compuestos para mejorar la fórmula. Es importante comprender que cuando una empresa pequeña de biopesticidas lanza un producto se trata de la generación 1 y no sabemos todo sobre ese producto”, profundizó Pamela Marrone.

Hoy en día Estados Unidos corresponde a un mercado en el que los bioestimulantes se encuentran creciendo a grandes pasos, lo que muchos atribuyen al incremento de la comida orgánica. Sin embargo la explicación de Marrone pasa por la adopción de este tipo de productos por parte de los agricultores convencionales que buscan hacer un uso integrado de esta tecnología.

EDUCACIÓN: LA TAREA PENDIENTE

El sector orgánico sigue siendo importante pero pequeño, dado que el 70% de las ventas de bioinsumos se dirige a productores convencionales. Las razones son varias. Pamela Marrone indica que al integrar la parte biológica en los programas convencionales, se observa buena calidad y altos rendimientos. Además se trata de productos que tienen una mayor base de la ciencia que en el pasado, lo que a su vez se atribuye a que cuentan con más herramientas moleculares, mejor tecnología de formulación y nuevas cepas. Como el mercado más grande para productos biológicos es como la fundadora de Marrone Bio Innovations —empresa creada el año 2006— califica a Estados Unidos, en el que sin embargo aún falta educación respecto a su uso. Este año, según recuerda, hicieron una encuesta que arrojó que el 54% de los productores de California, el Estado que más ha adoptado los bioinsumos, no estaba al tanto de estos productos.

Otro ejemplo que refleja la falta de conocimiento lo expuso refiriéndose a uno de los productos de su compañía: Grandevo, un insecticida de base microbiana, que contiene distintos compuestos activos que repelen, detienen la alimentación, reducen la reproducción e inducen la mortalidad de insectos chupadores y masticadores, moscas y ácaros para prevenir el desarrollo de poblaciones dañinas. Que no funciona. Esos fueron los primeros comentarios de los agricultores cuando lanzaron dicho producto. Y es que, como recuerda, lo probaban como un pesticida químico, que no es en absoluto cómo funciona esta tecnología. “Tenemos que entender primero cómo se utilizan y el modo de acción de los productos para poder entender cómo usarlos”, advirtió.

Esta misma educación es necesaria para facilitar uno de los aspectos más difíciles a los que se enfrentan las pequeñas compañías e innovadoras: pasar por el canal de distribución para llegar al mercado. “Hay muchos influenciadores para que los agricultores opten por ocupar este tipo de productos. Tenemos diferentes consultores e investigadores de la universidad, pero no todos están siempre bien informados por lo que hay que educarlos acerca de cómo ocupar los productos. Una de las formas más importantes es con demostraciones de campo, mostrando por ejemplo unas veinte hectáreas con un programa convencional en comparación a un programa con un compuesto biológico incorporado”, profundizó.

Pese a que queda por avanzar en esta área, Estados Unidos se sitúa como un mercado muy importante, lo que para Marrone se atribuye a la buena regulación que existe para este tipo de productos. “Tenemos una división de biopesticidas en la Agencia de Protección Ambiental, lo que es muy importante; además que en el año 2001 se aprobó una nueva ley que acelera los procesos de registro para biológicos y entrega menores tarifas para compañías más pequeñas. Esos dos desarrollos regulatorios son muy importantes”, destacó Pamela Marrone, quien agregó que es un país con una gran cultura de innovación por lo que cuentan con mucho capital de riesgo para que las compañías comiencen.

Una sociedad que cada vez más elige vida sana y tiene mayor conciencia del medioambiente se expresa, entre otras formas, a través de sus consumos. Lo hace por ejemplo al elegir alimentos con menos residuos tóxicos o que son producidos de un modo sustentable. Los agricultores y todas las industrias que los proveen debieron escuchar este fenómeno y desarrollar las herramientas que permitan satisfacer a los consumidores. Bajo este escenario es que surge la industria de los bioinsumos. En base a ello y con el objetivo de crear consciencia sobre dichos problemas y  entregar un espacio para discutirlos es que Revista Mundoagro y UC Davis Chile  decidieron realizar la Primera Cumbre Internacional de Bioinsumos, que contó con la  participación de más de 400 personas, entre destacados agricultores, asesores y académicos, quienes además de acudir a las exposiciones de destacados conferencistas, pudieron recorrer 20 stands de empresas especializadas.

Se trata de una solución que abre una cartera adicional de alternativas y herramientas a los productores.  Así lo define Álvaro Eyzaguirre, director ejecutivo de FIA, quien agregó que las nuevas  tecnologías de base biológica son una excelente muestra de que cuando se investiga y se aplica lo mejor del talento humano a la agricultura, suceden grandes cosas. “Se ha escuchado cientos de veces los resultados de estimaciones de la FAO que determinaron hace ya varios años que al 2050, con una población pasando los 9.000 millones de habitantes necesitaremos producir casi el doble de alimentos que en la actualidad. Si no hemos sido capaces hasta hoy de detener la contaminación de las aguas y el medioambiente y la degradación de los suelos, ¿cómo pretendemos producir el doble de alimentos sin que esto continúe teniendo consecuencias para el medio ambiente y la salud humana?”, se cuestionó Julio Rodiño, gerente general de Revista Mundoagro durante la inauguración de la cumbre. La respuesta pasa por los bioinsumos, que “se visualizan como una solución potente y categórica, permitiendo insertar estas poderosas herramientas para concebir métodos de producción más amigables, sostenibles, y por lo tanto, más sustentables”.

Así las cosas, estos productos se han ido consolidando a nivel mundial, pero en Chile se trata todavía de un tema emergente en el que falta mucho por avanzar.

CHILE: UNA INDUSTRIA EMERGENTE

El primer atisbo sobre la situación de esta industria en Chile fue en el año 2011, cuando se realizó un estudio, financiado por FIA, sobre insumos ecológicos. Se identificaron 25 empresas nacionales que elaboraban este tipo de productos, entre ellos 159 plaguicidas y 205 fertilizantes compatibles con la agricultura orgánica. Así lo explicó Daniela Acuña, analista de Agricultura Sustentable y Bioinsumos de Odepa, quien agregó que en 2016 esta entidad realizó un levantamiento de información desde el registro de productos orgánicos del SAG, con el que se identificaron 70 compañías de bioinsumos a nivel nacional de las que 35 eran importadoras, 24 productoras y 11 tenían  ambos modelos. Asimismo, se identificaron 389 productos: 210 importados, 174 nacionales, mientras que 5 que no contaban con información. La clasificación de éstos en base a las etiquetas arrojó que el 41% correspondía a bioestimulantes, el 32% a biofertilizantes, el 22% a biocontroladores, mientras que el 5% restante abarcaba otros productos, entre los que figuraban acondicionador de suelo, bioacelerador, bioactivador y bioregulador, entre otros.

Este es el panorama de la industria nacional de los bioinsumos, un sector donde faltan capacidades para recabar aún más información y donde también hay pendientes labores de los principales actores involucrados.

QUIÉN ES QUIÉN EN LA INDUSTRIA NACIONAL

Un área de I+D+i, el sector privado y el sector público conforman  los tres principales actores de la industria nacional de bioinsumos. El primer sector, según consignó Acuña, está conformado por laboratorios de análisis, universidades —como la  Universidad de La Frontera, Universidad de Chile y la Universidad Federico Santa María, entre otras— y los centros de investigación, entre los que destaca CER e INIA, que posee  diferentes líneas de investigación respecto de esta temática. El sector productor, importador e incluso exportador de bioinsumos conforma el área privada, en el que a su vez puede haber desde pequeños emprendimientos hasta  grandes multinacionales. Pero una figura que destaca la experta es el de las fusiones, donde una empresa más grande genera una alianza con una más pequeña o derechamente la adquiere.

Otro grupo del sector privado lo conforman los agricultores, es decir, los potenciales usuarios de los bioinsumos, rubro del que también falta información ya que no hay conocimiento de cuántos utilizan hoy en día los bioinsumos. En relación a ello recuerda un estudio realizado por CER acerca de las prácticas que aplicaban los productores para el control de plagas, enfermedades y malezas. “Una de las principales conclusiones fue que había una falta de conocimiento de cuáles eran esas plagas, enfermedades y malezas que tenían en sus predios, además de que la mayoría utilizaba los  fitosanitarios como medida de control sin un mayor conocimiento de qué y para qué se estaban aplicando”.

Si bien aún falta por avanzar en cuanto al conocimiento y uso de este tipo de productos, hay ejemplos a nivel nacional que demuestran que corresponden a alternativas beneficiosas para  los agricultores. La experta de Odepa mostró un caso tratado por CER de un proyecto en el que, en su estado inicial, los agricultores hacían un promedio de 25 aplicaciones con 12  ingredientes activos, en un programa cuyo valor alcanzaba los US$ 1.500 por predio. Después  de un proceso de investigación, desarrollo y transferencias se hicieron capacitaciones y  pruebas de campo de los productos, con lo que se logró que en su estado final se realizaran 18 aplicaciones en base a productos biológicos, con cero ingredientes activos y un valor de programa que bajó a US$ 1.150.

NORMATIVA PENDIENTE

El uso de los bioinsumos son un aporte a la competitividad del sector agrícola, que permiten contar con una mejor productividad y acceder a mercados que son más exigentes. Esta fue la visión que recalcó Daniela Acuña respecto de estos productos durante su exposición. Sin embargo, el sector público, el tercer actor en juego, debe avanzar en las regulaciones. Según recordó la experta, hace mucho tiempo que estaba la demanda por generar una regulación específica para el sector de bioinsumos, ya que por ejemplo, los bioplaguicidas se regulaban por el mismo camino regulatorio que los convencionales.

El SAG, según indicó, trabajó en una regulación con requisitos y condiciones específicas para la evaluación de plaguicidas biológicos, proyecto que el año pasado fue sometido a consulta  pública tanto nacional como internacional. Pero también fue presentado ante el organismo de trabas de comercio de la OMC, que incorporó observaciones, por lo que hoy se encuentra en revisión jurídica para su tramitación final. También hay un proyecto que establece disposiciones para declarar la composición de los fertilizantes. Según explicó Daniela Acuña, se establece la obligación de que productores, comercializadores, distribuidores, importadores y envasadores declaren la composición centesimal del producto. “Para el caso de los biofertilizantes se establece el parámetro específico de declarar la viabilidad de microorganismos que lo componen.  También fue sometida a consulta pública con la OMC, por lo que debiera estar pronta a entrar en vigencia”, aclaró. Así las cosas, una regulación específica, o más bien la falta de ésta, es lo que marca la gran diferencia entre la industria de Chile y la realidad que viven estos pro ductos en diferentes países, algunos no tan lejanos, como por ejemplo Argentina.

ARGENTINA: UN SECTOR CON REPRESENTACIÓN

El organismo que establece el marco legal para los bioinsumos en el país vecino es Senasa, cuyo registro se divide en fertilizantes y fitosanitarios. En el caso de los bioinsumos corresponde a biofertilizantes y biocontroladores, que están dentro de cada uno de estos grupos. Argentina dispone de una regulación más específica que la nacional, e incluso cuenta con el Comité Asesor en Bioinsumos de Uso Agropecuario (CABUA), un órgano intersectorial de gestión y formulación de proyectos asociados a los bioinsumos, que está formado por representantes del sector público y privado y académicos. Así lo dio a conocer en el marco de esta cumbre Germán Ceizel, coordinador de CABUA de la Secretaría de Agricultura de Argentina, quien explicó que dicho organismo se encarga de analizar los requisitos técnicos, de calidad y eficacia en función de las cuales propone nuevas normas y emite opinión en relación a la regulación y promoción de los bioinsumos.

Pero además, en mayo del año pasado surgió la Cámara Argentina de Bioinsumos (CABIO). “Si bien el sector estaba representado de manera fragmentada, se requería de la representación de una cámara dedicada en exclusiva a los bioinsumos, era necesario incorporar los biocontroladores y bioestimulantes. Desde su creación ha traído algunas ideas desde el sector, empezó a recabar información para saber en qué situación se encontraban y cuáles eran las opiniones de las diferentes empresas que estaban trabajando con este tipo de bioinsumos”, comentó el experto.

Argentina, a diferencia de Chile, cuenta con una larga historia en la industria, asociada principalmente a insumos para soya, dado que la gran explosión de este cultivo ha llevado a desarrollar la industria de bioinsumos de manera independiente: “Sin necesidad de ninguna política se establecieron los bioinsumos en Argentina, por la necesidad y los rendimientos que otorgaban los inoculantes en los cultivos masivos.

Eso hizo que se establecieran una gran cantidad de empresas de bioinsumos y de productos registrados asociados a la soya. En ese sentido es un respaldo que le da a los bioinsumos y a las mismas empresas la posibilidad de innovar y generar nuevos productos y alternativas, en consonancia con lo que se vive en el mundo”.

El impulso político en conjunto con las líneas de financiamiento y políticas públicas para la promoción y desarrollo de los bioinsumos es lo que a juicio de Ceizel le falta a nuestro país. Y es que en su opinión en Chile debe haber mucho desarrollo intrapredial, es decir, venta de productos que no se encuentran en el sistema, por lo que probablemente los agricultores ya estén utilizando bioinsumos que no están registrados. “Esto de alguna manera hay que corregirlo y regularizarlo”, advirtió y agregó que de la mano de una regulación eficiente se debe otorgar financiamiento y contar con gente capacitada en el rubro.

Pero un punto que podría ayudar a esta necesaria regulación es el futuro de la Red Chilena de Bioinsumos. Según indicó Ceizel, si ésta consigue la personalidad jurídica va a tener otra relevancia y visualización para el sector político, y ayudaría a que las autoridades tengan conocimiento de que se trata de un tema que interesa a nivel nacional y que está en auge en el mundo.

La jornada tuvo el objetivo de crear consciencia sobre los problemas que generan en el mundo los procesos productivos y las herramientas que hay disponibles para enfrentarlos, donde destacan los bioinsumos. Se trata de una tendencia mundial, en la que si bien Chile tiene las bases, también tiene mucho por avanzar.

La Primera Cumbre Internacional de Bioinsumos, organizada por Revista Mundoagro y UCDavis Chile sentó las bases de la industria en nuestro país, con importantes expositores nacionales y extranjeros presentaron los principales desafíos, destacando la relevancia de contar con una regulación y potenciar el conocimiento de estos productos entre los agricultores.

Más de 400 personas asistieron a un evento histórico, donde se reunieron los principales actores de la industria, para comenzar a construir en conjunto un camino de desarrollo para la industria de bioinsumos.

Julio Rodiño, Gerente General de Revista Mundoagro fue el encargado de iniciar la jornada, indicando que el tema de los bioinsumos está alineado a las preocupaciones fundamentales del mundo de hoy, “la preocupación por el medio ambiente, por una vida más y por tanto por una mejor salud de las personas, por contar con alimentos más sanos y con menor residuos tóxicos”.

Para Alan Bennet, Director ejecutivo de UC Davis Chile señaló que los elementos biológicos en la agricultura se están desarrollando  e indicó que en Chile existe mucha Biodiversidad y se pueden descubrir nuevos elementos para aplicar a la agricultura.

Para conocer el trabajo de la industria a nivel nacional, Maribel Parada, Directora Ejecutiva de la Red Chilena de Bioinsumos, comentó que es fundamental alinearse para contribuir a la educación, uso, desarrollo y regulación de estos productos en Chile y el mundo.

Los Bioinsumos son una innovación en la agricultura a nivel mundial y es así como lo resaltó Álvaro Eyzaguirre, Director Ejecutivo de FIA, en representación del Ministro de Agricultura, Antonio Walker, destacó el aporte innovador y sustentable de los bioinsumos, “es una nueva forma de ir complementando y disminuyendo la carga de productos que se utilizan en el campo. Las nuevas investigaciones de base biológica son una excelente muestra de que cuando investigamos y aplicamos lo mejor del talento humano a nuestra agricultura”.