UN TRAMPOLÍN AL DESARROLLO
El rol de la mujer en la agricultura ha sido históricamente relegado ante el protagonismo masculino. Con el pasar de los años, las agricultoras han tomado más relevancia y notoriedad en las labores del campo, pero las condiciones en las que se desarrollan siguen siendo desiguales. El acceso a recursos y tecnología ha beneficiado a […]

Para comprender la situación de las mujeres rurales es de especial valor el estudio “Acceso y uso de tecnologías de la información y comunicación (TIC´s) para vinculación en usuarias/os del “Programa de Desarrollo Local” (PRODESAL) en la Macrozona Central en 2021”, realizado por la Dirección de Estudios de Género de PRODEMU bajo un convenio suscrito entre la Fundación para la Innovación Agraria (FIA) e INDAP. Este trabajo dejó en evidencia importantes indicadores que permiten comprender la realidad de la ruralidad chilena desde las TIC´s y la forma hacia donde deben encaminarse los esfuerzos para avanzar equitativamente hacia una sociedad más digitalizada. La relevancia de este estudio es primordial, pues se trata de un diagnóstico inédito en esta área del conocimiento.
En esta línea, el diagnóstico a nivel de caracterización sociodemográfica de los participantes arrojó que la media de edad es de 55 años, donde la mayoría (67%) comparte el hogar con 3 a 5 personas. Tanto el nivel educativo como los ingresos mensuales declarados por las/os encuestadas/ os es bajo y su principal actividad económica es la producción agropecuaria vinculada a la Agricultura Familiar Campesina (AFC). Asimismo, se evidencia la triple jornada laboral femenina, que refleja el hecho de que un 45% más de mujeres se dedican a labores de cuidado en comparación a los hombres.
Por otro lado, en cuanto a la conectividad rural, los resultados evidencian que sigue siendo postergada, con un 38% de agricultores y agricultoras que aún no disponen de acceso a internet. Además, la calidad de la conectividad de telecomunicaciones, un 77% la percibe como regular/mala, mientras que respecto a su nivel de conocimiento usuaria/o, un 89% lo califica como básico o nulo.
Las 4 brechas
Las brechas detectadas son cuatro: regional de acceso a internet, digital generacional, digital por nivel educativo y de género. La primera corresponde a la posibilidad de acceso y calidad de la conexión a la red, siendo la Región Metropolitana donde se tiene más probabilidades de acceso que en regiones. Asimismo, las regiones de O´Higgins y El Maule poseen más de un 50% de usuarias/os que reporta no tener acceso a internet.
La brecha digital generacional señala que la edad de las/os usuarias/os es inversamente proporcional a la probabilidad de tener acceso a internet; a saber, mientras mayores son los usuarios más disminuye el uso de medios digitales. Este punto es de especial preocupación considerando que la edad promedio de las/os trabajadoras/es del campo es cada vez más alta. Además, la brecha digital por nivel educativo muestra que solo un 50,5% con un equivalente a enseñanza media incompleta o inferior poseen acceso a internet.
Por su parte, la brecha de género entrega un indicador interesante; las mujeres destacan por sobre los hombres en todos los niveles educativos en su uso de internet. Esto se atribuye principalmente a la labor de comercialización y mercantilización de sus productos. Son ellas la que asumen un rol protagónico en cuanto al acceso a internet en su vinculación con sus redes cercanas y ser el nodo de contacto —en este caso— con PRODESAL u otras instituciones públicas o sociales. Asimismo, un 65,6% declaró tener conexión a internet, cifra que en el caso masculino es sólo un 58,3%.
Otros aspectos a relevar del estudio estriban en que la superación de estas brechas requiere de un proceso complejo en el que se den cambios estructurales como una mayor conectividad a nivel nacional incluyendo zonas aisladas y extremas. En este sentido se debe dar tanto a nivel material, con la posibilidad de contar con recursos mediáticos, como subjetivo, que puedan combatir la falta de formación en el uso tecnológico, la apertura a nuevas formas de relacionamiento y la falta de interés por parte de las/os usuarias/os. Ambos componentes deben darse de forma simultánea con el fin de democratizar el desarrollo desde lo social y lo técnico.
El impacto de la innovación
Como directora ejecutiva de la Fundación para la Innovación Agraria (FIA), la realidad que atraviesan las mujeres en la agricultura, tanto a nivel de productoras agropecuarias como a nivel de las profesionales del agro no me es ajena. En este sentido, he sido testigo de los impactos positivos que los emprendimientos y la innovación tienen en sus vidas. Son muchas las historias en las que la independencia económica ha tenido repercusiones notables en la superación de situaciones complejas, como por ejemplo de violencia intrafamiliar. La autonomía financiera permite que las mujeres sean dueñas de sus propios capitales, lo que les provee de seguridad económica para ellas y sus hijos y/o personas a su cuidado, y a su vez, les permite decidir sin estar bajo la necesidad de depender de un proveedor.
Teniendo en cuenta esta realidad, desde FIA tenemos desafíos claros en cuanto a la necesidad de llevar la cultura de la innovación al campo, y en especial a las mujeres. Este es un esfuerzo por el que se ha trabajado desde los primeros años como institución del Ministerio de Agricultura, siendo pioneros a nivel estatal en crear en el año 1999, la Comisión de Igualdad de Oportunidades (CIO) entre hombres y mujeres, lo que configuró un hito relevante al que posteriormente se sumaron otros ministerios.
Conscientes de la necesidad de relevar el rol de la mujer rural en el ámbito de la innovación, desde el año 2006 a 2010 se entregó el Premio a la Mujer Innovadora en Agricultura, con el fin de reconocer y promover la participación de mujeres. Luego de varios años de receso, en 2022 se retomó dicha premiación con dos categorías nacionales: agricultora / productora y profesional del agro / investigadora, además de 16 reconocimientos regionales.
La cultura de la innovación es una pieza fundamental en la superación de la pobreza, la erradicación de la violencia hacia la mujer y la equidad de género. En este sentido, FIA tiene dentro de su agenda a corto plazo la creación de la primera Red de Mujeres Rurales Innovadoras del país, que contará con el liderazgo de las ganadoras del Premio a la Mujer Innovadora en Agricultura tanto en sus dos versiones nacionales como con las ganadoras regionales. Ellas se convertirán en embajadoras en cada uno de sus territorios, generando redes de asociatividad y mentorías en innovación, descentralizando el conocimiento y propiciando las colaboraciones virtuosas entre mujeres.
Desafíos inminentes
El quehacer con el que nos enfrentamos a futuro está lleno de desafíos. A nivel general, la agricultura se ve afectada por el cambio climático y la escasez hídrica; la necesidad de producir más con menos para así garantizar la sustentabilidad alimentaria. El envejecimiento de la población que se dedica a la agricultura es otro de los retos que debe asumir el mundo del agro y que recae fuertemente sobre la mujer rural. Los jóvenes se van hacia las urbes en búsqueda de nuevas alternativas de estudios o de trabajo, y los hombres se dirigen hacia sectores con mejores remuneraciones como la minería. Es así como las mujeres del campo se van quedando solas. Sin una renovación de recursos y capital humano en el sector, se da un escenario que configura un riesgo inminente en materias de seguridad y sostenibilidad alimentaria. Es en este sentido que las mujeres pueden relevar su rol y configurarse como piezas clave.
Las tareas y desafíos son múltiples por lo que las estrategias para abordarlos deben ser consistentes con la realidad que enfrenta la agricultura de nuestro país. Según los resultados preliminares del Censo Nacional Agropecuario y Forestal de 2021, los hombres tienen un mayor acceso a trabajos estables en el sector agrícola que las mujeres. Un 90,6% de las mujeres trabaja bajo modalidad temporal, en comparación a sus pares masculinos que registran un 49,2%. Sin embargo, al hablar de innovación femenina nos encontramos con una cultura de horizontalidad, en donde destacan los trabajos colaborativos, la creación de redes y la organización. Si agregamos a esta cualidad la proximidad cada vez mayor de las mujeres rurales a la tecnología, podemos visualizar la creación de nuevos empleos, como fue el caso, durante la pandemia, de plataformas de venta en línea de productos agrícolas, donde las mujeres destacaron con la comercialización de sus productos como la miel, artesanías, cosmética, y tantos otros.
La resiliencia es una característica que nos marca en la forma que tenemos de liderazgo. Es así como muchas veces nuestro rol de madres se traslapa en nuestro quehacer laboral, y logramos adaptarnos con facilidad y hacer frente a los momentos difíciles. La necesidad de sacar adelante a nuestro entorno nos lleva a crear círculos virtuosos, como es el caso de las mujeres mapuches cuidadoras de semillas, que en un trabajo conjunto con Naciones Unidas y la FAO, resguardan la biodiversidad. Los desafíos son múltiples y requieren de nuevos liderazgos y oportunidades para las mujeres, estamos ante un escenario complejo al que podemos hacerle frente desde la equidad y la innovación.
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