El cambio climático ha sido evidente en los últimos años y no hay duda que el derretimiento de glaciares, disminución de caudales en ríos y lagos, cambios en el comportamiento de animales, sequías, heladas, temperaturas extremas y otros fenómenos han sido resultados directos de este calentamiento global. Cambio climático es definido como el cambio en los patrones del clima (temperatura, lluvias, viento y otros) en el largo plazo debido a procesos naturales, tales como radiación solar, o influencia del hombre y su contribución con el efecto invernadero. El efecto invernadero causado por el incremento de dióxido de carbono (CO2) alcanza nuevos récords cada año, registrando 416.17 partes por millón en abril del 2021.

Este aumento en CO2 no está solo, las temperaturas promedio globales han también experimentado un constante incremento a través de los años. El clima de Australia está cambiando acorde a la tendencia global. El promedio de temperatura ha sido sobre 1ºC superior al promedio registrado en la década del 2000-2009, la cual fue la más cálida. Los patrones de lluvia han disminuido en el suroeste y sureste del país, mientras que en el noroeste han aumentado (Figura 1).

Cuando se piensa en el futuro y se comprueban las predicciones, no es nada alentador. Por ejemplo, se espera un calentamiento proyectado de 0,8ºC para el año 2030 y entre 1,4ºC y 2,7ºC para el año 2070 en Victoria. Al mismo tiempo, se ha proyectado una disminución de las precipitaciones entre 4-6% y 11% para los años 2030 y 2070, respectivamente. Asimismo, un aumento de las olas de calor, los incendios forestales y la sequía podrían representar un desafío para toda la agricultura, incluida la vid.

DESAFÍOS PARA LA VITIVINICULTURA AUSTRALIANA

Si hablamos del impacto del cambio climático en la agricultura, la vid es el mejor ejemplo. La vid es muy sensible al calor, las condiciones extremas y la sequía. Estos cambios no solo afectan directamente al crecimiento y desarrollo fisiológico de la vid, sino también a la composición de la uva y la consecuente calidad del vino, sin mencionar los problemas logísticos en la bodega. Al mismo tiempo, algunos impactos indirectos causados por la salinidad y los incendios forestales también pueden ser atribuidos a este calentamiento global.

• Impacto directo

El primer desafío es el cambio de las respuestas fenológicas de las vides, lo que resulta en una madurez temprana. La maduración más temprana se ha relacionado fuertemente con temperaturas más cálidas y menor contenido de agua en el suelo, lo que puede resultar en una “cosecha de compresión”, lo que significa que las variedades tardías más sensibles a las temperaturas cálidas pueden madurar antes. Esto, en consecuencia, reduce la ventana de vendimia entre las variedades tempranas y tardías, lo que genera problemas en la logística entre el viñedo y la bodega, modificando los tiempos de cosecha y resultando en una falta de infraestructura disponible para que la bodega reciba todas las uvas al mismo tiempo. Sin embargo, el grado de compresión depende de la variedad y su respuesta al cambio climático.

Otro punto importante es que la madurez temprana conduce a desarrollar esta etapa en los meses más calurosos, lo que influye en la composición y calidad de la uva de vinificación. Es bien sabido que las altas temperaturas aumentan la tasa de formación de azúcares y la degradación de los ácidos. Los niveles más altos de azúcar pueden ser negativos en regiones más cálidas, lo que lleva a la producción de vinos con mayor alcohol y baja acidez.

Otros estudios también han demostrado que las condiciones de calentamiento durante la madurez pueden disminuir los niveles de antocianas en las uvas, responsables del color en las uvas tintas y el vino. Asimismo, se ha informado una disminución de los taninos (que contribuyen a la textura y el cuerpo de los vinos tintos) y una reducción de los aromas y sabores.

• Impacto indirecto

En relación a la sequía, un impacto negativo de la salinidad podría estar relacionado con la falta de agua de riego. Australia se caracteriza por la presencia de sal en todos sus suelos, la cual podría estar concentrada en la zona radicular provocada por un riego insuficiente.

Esta agua es necesaria para filtrar la sal del área de las raíces, la cual puede afectar el cultivo de la vid y producir importantes pérdidas de rendimiento.

Otro efecto indirecto del cambio climático son las consecuencias del aumento en frecuencia de los incendios forestales y su impacto en la vid y el vino. Los incendios forestales afectan directamente al viñedo a través del daño del fuego e indirectamente afectan el vino con negativos aromas a humo.

Según el Informe nacional sobre la cosecha 2020, se perdieron, rechazaron o bajaron de calidad miles de toneladas de uvas de vinificación debido a la contaminación por humo procedente de 18 regiones vitivinícolas diferentes. Lo anterior es sin considerar las pérdidas por disminución de rendimiento en las vides, lo cual es difícil de estimar. El aroma a humo se caracteriza por fenoles volátiles, que son responsables de aromas indeseables en el vino descritos como carácter “ahumado”, “ceniciento”, “desinfectante” o “caucho quemado”.

¿QUÉ SIGNIFICA “ADAPTACIÓN” AL CAMBIO CLIMÁTICO?

En respuesta a los desafíos enfrentados por la vitivinicultura australiana, la palabra “adaptación” ha ganado relevancia. Adaptación significa ajustarse, en este caso, al clima actual y futuro proyectado. El objetivo es disminuir el efecto nocivo del calentamiento global y, ¿por qué no?, descubrir las oportunidades y beneficios que pue – den aprovechar los enólogos y viticultores.

Algunas respuestas vitivinícolas de adaptación incluyen:

· Mejorar la eficiencia del riego.

· Manejo del suelo del viñedo que ayuden a conservar el agua. Por ejemplo, el uso de cultivos de cobertera o mulch.

· Poda tardía para retrasar la madurez y la cosecha.

· Manipulación del manejo de la canopia (hojas, brotes, inflorescencia, etc).

· Cambiar variedades de uva por aquellas con madurez tardía para evitar la madurez en temporadas de calor.

· Utilizar variedades alternativas con madurez tardía y alta capacidad para retener la acidez en las uvas.

· Buscar nuevas regiones más frías para establecer viñedos.

Las estrategias de adaptación mencionadas pueden variar en el tiempo para ser implementadas. Por ejemplo, una estrategia de rápida implementación es la poda tardía o el manejo de la canopia. Sin embargo, otras como cambio de variedades o establecer nuevos viñedos en nuevas regiones, implican mayor tiempo y costos.

¿CÓMO PODRÍA SER UNA OPORTUNIDAD?

La incorporación de estrategias de adaptación podría generar oportunidades resumidas en tres aspectos: sustentabilidad, distintividad y ahorro económico.

1. Sustentabilidad: Esto significa utilizar los recursos de manera eficiente, en este caso el agua. La gestión sostenible de los recursos hídricos puede definirse como “sistemas de recursos hídricos diseñados y gestionados para contribuir plenamente a los objetivos de la sociedad, ahora y en el futuro, manteniendo su integridad ecológica, ambiental e hidrológica”.

Una mejor comprensión de la disponibilidad de agua y su uso ha llevado al desarrollo de una diversa gestión para mejorar la eficiencia del riego, como el sistema de riego por goteo, el manejo de la canopia y el uso de cultivos de cobertera y mulch. Los cultivos de cobertera son diferentes especies de plantas, que se siembran entre las hileras de la viña y proporcionan materia orgánica para el suelo y nutrientes como el nitrógeno al tiempo que disminuyen la temperatura del suelo. Del mismo modo, el mulch es a menudo material orgánico, como paja de cereales y legumbres, que contribuyen con materia orgánica, disminuyen la temperatura del suelo y mantienen su humedad, reduciendo la demanda de agua.

2. Distintividad: La búsqueda de nuevas regiones para la viticultura y/o el uso de variedades alternativas puede crear una diferencia regional en nuevas tierras. Las condiciones más cálidas han llevado a muchos a buscar tierras más frescas adecuadas para la viticultura, como mayores altitudes en las regiones existentes o latitudes más altas en otras regiones. Ambos pueden presentar temperaturas más bajas, reduciendo las consecuencias del cambio climático y permitiendo el desarrollo de variedades tradicionales como Syrah, Cabernet Sauvignon, Chardonnay, Sauvignon Blanc y otras.

Un buen ejemplo es el desarrollo de la viticultura en Tasmania, Isla Bruni, situada a 43,32°S, que representa una región vitivinícola emergente de clima fresco con variedades de maduración temprana como Pinot Noir, Chardonnay y Sauvignon Blanc. En este contexto surgió “Australia’s Wine Future: A Climate Atlas”, una herramienta en línea gratuita con predicciones de temperatura, lluvia, humedad, demanda evaporativa, temperaturas extremas de frío y calor y otros parámetros climáticos para las actuales regiones australianas. Esta herramienta permite estar informado en detalle sobre la predicción climática a corto, mediano y largo plazo (hasta el año 2100) permitiendo saber cómo actuar con las vides en una específica región.

La incorporación de variedades alternativas que difieran de las variedades tradicionales, también puede contribuir al carácter distintivo regional. Un estudio indica que variedades alternativas como Plyto, Areni, Shavkapito, Geoveio y Bobal, procedentes de Grecia, Armenia, Georgia, Portugal y España, respectivamente, podrían ser adecuadas para el clima y el mercado australianos. Estas variedades alternativas y otras como Fiano, Nero d’Avola y Assyrtiko han demostrado ser más tolerantes a las condiciones más cálidas y la sequía, sin dejar de producir vino de alta calidad.

3. Ahorro económico: El cambio climático ha aumentado el rendimiento en algunas regiones, con prácticas y variedades específicas. Más dióxido de carbono en la atmósfera debido al efecto invernadero aumenta la fotosíntesis y con esto el crecimiento y rendimiento de la vid en algunas regiones, pero en consecuencia puede disminuir la calidad de la uva y el vino.

Otro punto que vale la pena mencionar es el uso de variedades con menor requisito hídrico, lo que puede disminuir el costo de este recurso y aumentar la rentabilidad. Por ejemplo, una variedad alternativa como Nero d’Avola cultivada en portainjerto Ruggeri, requiere un 50-60% menos de agua. Considerando un precio de $ 525/ML en la región de Riverland y el alto precio de esta uva en la región, puede resultar en una ganancia importante en comparación con otras como Chardonnay. Asimismo, todo el manejo eficiente del riego y un menor uso de este recurso pueden contribuir a la reducción de costos.

Finalmente, la obtención de un carácter distintivo a través de nuevas regiones y variedades alternativas puede resultar en un incremento del valor agregado de la uva y el vino. Sin embargo, debe considerarse una inversión a largo plazo, ya que el establecimiento de nuevos viñedos y nuevas regiones también puede implicar mayores costos, y por supuesto un gran trabajo de promoción y venta.

LA OPINIÓN DE ENÓLOGOS Y VITICULTORES

Si bien hay muchos estudios y debate sobre el cambio climático y su impacto en la producción de uva de vinificación, hay un enfoque cada vez mayor en las oportunidades que pueden surgir. En este contexto, no podemos evitar preguntar a aquellos que participan activamente de la industria del vino australiano.

Uno de ellos es John Samartzis, un apasionado enólogo en “One Lonely Barrel Wines”, que produce vinos artesanales a pequeña escala en Barossa Valley. En el contexto del cambio climático: ¿amenaza u oportunidad?, estas fueron sus palabras:

“La industria vitivinícola australiana debe actuar ahora. Actualmente existen estrategias de mitigación contra el cambio climático, seguir investigando, compartir y adoptar estas estrategias ya no es una opción sino una necesidad. Australia no puede competir en el mercado mundial como lo ha hecho en el pasado en cantidad y precio. Necesitamos un cambio de mentalidad de la cantidad a la calidad. Nuestra población comparativamente baja y nuestros altos costos laborales no pueden competir en el mercado global en función del volumen y el bajo precio. La adaptación de las estrategias que ya existen y el desarrollo de otras estrategias centradas en la calidad son claves para nuestra supervivencia global de la industria vitivinícola australiana”.

El tema no es nuevo para ellos y se centran en la calidad de sus vinos. Asimismo, Hilary Mitchell, viticultora y enóloga en “The Mitchell Family Wines”, con una tradición de más de 70 años en Clare Valley, se muestra optimista al futuro.

“Adaptarse a los eventos climáticos extremos es definitivamente un desafío, pero la oportunidad surge cuando el cambio climático impulsa a los enólogos y viticultores a considerar cómo pueden trabajar de manera más sostenible con el medio ambiente. La implementación de prácticas de riego más eficientes y el establecimiento de manejos sostenibles pueden generar ahorros de costos, así como mejorar la calidad del producto y respaldar el medio ambiente en el que se produce”.

Finalmente, la opinión del Dr. Vinay Pagay, quien trabaja actualmente como profesor de Viticultura en University of Adelaide, Australia, y previamente ejerció como profesor en Oregon State University, EE.UU. Ambos países con experiencia en el efecto del cambio climático en la vid y el vino.

“La mayoría de los viñedos australianos que están ubicados en regiones climáticas templadas a cálidas, están experimentando temperaturas en constante aumento y eventos extremos como olas de calor. Como tales, estas condiciones presentan un desafío para los viticultores debido al aumento de los costos de producción, y disminución del rendimiento y la potencial calidad de las uvas, en consecuencia, la disminución de la rentabilidad. Sin embargo, estas condiciones brindan una oportunidad significativa para aumentar la eficiencia de los viñedos, como se experimentó durante la sequía del milenio en la década del 2000. Estas eficiencias podrían lograrse mediante la adopción de nuevas tecnologías en la agricultura / viticultura, como la agricultura de precisión, la detección proximal y remota, y la inteligencia artificial para permitir una toma de decisiones más informada en los viñedos. Las tecnologías pueden ayudar a predecir y mitigar los efectos del estrés relacionado con el cambio climático en las vides, aumentando así la resiliencia y la rentabilidad”.

EL FUTURO

El cambio climático está ocurriendo y no podemos ignorarlo. A pesar del futuro incierto, la experiencia de Australia y sus estudios son un gran aporte para su país y también para otros países, como Chile que está comenzando a enfrentar algunas de las amenazas de este calentamiento global. Sin embargo, muchas oportunidades surgen como consecuencia de la adaptación a este cambio climático, y nuevas palabras esperanzadoras como sostenibilidad, nuevas regiones vitivinícolas, variedades alternativas, diferenciación, aparecen hacia el futuro. Debemos ser resilientes y adaptarnos al cambio, y trabajar desde ahora en una vitivinicultura más sustentable, para enfrentar lo que yo llamo “la pandemia del ambiente”.

Colaboración de la Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos Enólogos de Chile