Mirando al 2024 y más allá
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El tomate es un fruto muy importante nutricionalmente, debido a su gran contenido de vitaminas y antioxidantes. Según el USDA, 100g de tomate aportan vitaminas B1 (3%), B3 (4%), E (5%), A (6%), B6 (8%) y K (17%), además de aportar con moléculas carotenoides antioxidantes como b-Caroteno, luteina, zeaxantina y licopeno. La producción de estos […]
El tomate es un fruto muy importante nutricionalmente, debido a su gran contenido de vitaminas y antioxidantes. Según el USDA, 100g de tomate aportan vitaminas B1 (3%), B3 (4%), E (5%), A (6%), B6 (8%) y K (17%), además de aportar con moléculas carotenoides antioxidantes como b-Caroteno, luteina, zeaxantina y licopeno. La producción de estos metabolitos puede verse alterada debido a factores climáticos, lo cual está indirectamente relacionado con el rendimiento.
Por ejemplo, el carotenoide licopeno le otorga la coloración roja al tomate, pudiendo disminuir bajo ciertas temperaturas provocando un retraso significativo en la cosecha. Por otro lado, durante el verano el exceso de temperatura afecta el desarrollo y maduración del fruto y hacia finales de éste las bajas temperaturas impiden una maduración uniforme a cosecha. Por esta razón es que la producción de tomates tardíos en las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O ́Higgins implica ciertas complejidades a cosecha que son importantes destacar.
Hay que empezar por entender por qué se producen estas alteraciones de color a nivel celular para poder corregirlas a tiempo y para eso es importante recordar los requerimientos térmicos del cultivo. Los tomates pueden ser cultivados por un mínimo de tres a cinco meses en un clima templado libre de heladas mientras las temperaturas estén sobre los 16ºC, donde se consideran temperaturas óptimas de crecimiento y desarrollo reproductivo entre los 25 a 30ºC durante el día y 16 a 20ºC durante la noche. Para la cuaja las temperaturas ideales están entre 18 y 24ºC. La cuaja tiende a ser significativamente mejor bajo temperaturas promedio de 15ºC y sobre los 30ºC. Durante el verano, temperaturas sobre los 32ºC pueden ser perjudiciales para obtener un rendimiento óptimo, debido a que las altas temperaturas interfieren con la viabilidad del polen y el óvulo.
Finalmente, con temperaturas sobre los 40ºC no se produce cuaja. En términos productivos, las temperaturas óptimas para maduración de fruto y desarrollo de color están entre los 20 y 24ºC. En caso de ser estas las temperaturas, la síntesis de licopeno puede ocurrir incluso de noche. Sin embargo, durante el verano, estas condiciones óptimas pueden no darse, por lo que en estos momentos es importante tomar decisiones que ayuden al cultivo a madurar correctamente.
Dentro de los cromoplastos, organelos sub-celulares donde se sintetizan y se almacenan los pigmentos asociados a maduración del fruto, las temperaturas sobre los 32ºC merman la síntesis de licopeno por una disminución en la actividad de las enzimas relacionadas con la producción de este antioxidante.
Bajo estas temperaturas los frutos tienden a presentar una coloración amarillenta o anaranjada, en vez de un color rojo profundo. Otro proceso fisiológico importante que ocurre durante el verano, es que, a temperaturas muy altas como las mencionadas, la degradación de la clorofila se desacelera por lo que los tomates tienden a permanecer verdes por un tiempo más prolongado.
Prácticas culturales
Una de las prácticas culturales que pueden ayudar a colorear el fruto cuando las temperaturas del verano comienzan a descender sería el deshoje, ya que la luz acelera el desarrollo del color del fruto y aumenta su intensidad.
Para el caso de tomates en invernadero, cuando la temperatura ambiente es muy alta, se requiere ventilación adicional para regularla, por lo tanto, en los días de mucho calor, abrir el invernadero o poner en funcionamiento los sistemas de ventilación es de suma importancia.
Ahora bien, para un buen funcionamiento de un invernadero y aprovechar al máximo el CO2 atmosférico, las variables de temperatura y luz no pueden ser limitantes, tanto en exceso como en deficiencia.
Buscar soluciones para ambos casos considera costos importantes, por lo que la elección de un mulch adecuado es determinante. Por ejemplo, utilizar aquel que nos ayude a reflejar la luz en casos de que esta no sea la óptima ocasionando que los tomates cercanos a cosecha no estén coloreando de forma adecuada, como para finales de verano. Esta podría ser una solución más accesible que invertir en un sistema de control de temperatura y luminosidad eléctrico.
Algunas alternativas para estimular una cosecha adecuada es acompañarla de una correcta fertilización y bioestimulación. Durante floración a cuaja considerar aplicaciones de calcio, zinc, y boro, manteniéndolas durante el desarrollo del fruto, pensando en un correcto desarrollo del tubo polínico, de la mano con mejorar la elasticidad de membranas y teniendo un efecto positivo en la firmeza de los frutos a cosecha. Desde la aparición de los primeros frutos hasta cosecha, añadir aplicaciones de potasio y manganeso, con el fin de estimular el movimiento de azúcares y la turgencia de la planta. Por último, previo a cosecha la aplicación de productos bioestimulantes o formulaciones que contengan aminoácidos, microelementos, glutatión, glicin betaína y fosfitos, pueden estimular una correcta maduración del fruto con un calibre adecuado, además de lograr un efecto de mejorar la condición de post cosecha del tomate.
Considerar las opciones mencionadas podría ayudar a los frutos de tomate a colorear de forma más uniforme y mantener la calidad nutricional del fruto, tomando en cuenta que los problemas arrastrados desde el verano con las altas temperaturas, pueden repercutir en cosecha si es que las plantas tuvieron que pasar por una significativa intensidad y duración de estrés abiótico dadas las condiciones ambientales del verano.
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Robert Edition
6 minutes ago