Camino del cambio

Siendo la industria vitivinicola tan importante como es en nuestro país, el rol de los viveros entonces se vuelve fundamental. En esta nota Samuel Barros, analiza esta gestión.

La vitivinicultura mundial ha sido siempre un rubro muy tradicional. Si bien existen más de 10.000 variedades distintas, la producción se centra básicamente alrededor de cinco variedades “internacionales” como son Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Chardonnay y Sauvignon blanc. Al considerar el número de hectáreas plantadas también entran en esta lista Tempranillo, Grenache noir y Pinot noir (OIV, 2017).

Según la Organización Internacional de la Vid y el Vino (OIV), la superficie mundial plantada con vides para vino muestra una caída sostenida entre 2000 y 2022, disminuyendo de 7,7 millones de hectáreas a 7,3 millones. Por otra parte, el consumo de vino también ha registrado una baja en los últimos cinco años (OIV, 2022). El COVID-19 tuvo un fuerte impacto en la venta de vinos, especialmente por el cierre de los restaurantes y los problemas de logística asociados a la pandemia. Los productores de vino se vieron enfrentados a diversos problemas, desde la falta de insumos como botellas o cajas de cartón a la disponibilidad y costo de los fletes marítimos.

Bajo replante

A nivel nacional, el Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) es la entidad encargada de llevar un Catastro del Viñedo Chileno, el que indica que en 1996 la superficie plantada con vides para vino alcanzaba las 55 mil hectáreas. A partir de 1997 comenzó a aumentar esta superficie, duplicándose para 2002 y alcanzando su máximo con 142 mil hectáreas en 2015. En 2021, la superficie plantada con vides para vino alcanza las 130 mil hectáreas (SAG, 2023). Si consideramos que, en general, un viñedo se planta con una vida útil esperada de veinte años, se debiese replantar un 5% de la superficie anualmente. Considerando las 130 mil hectáreas reportadas en 2021, debiesen replantarse alrededor de 6.500 hectáreas cada año. Asumiendo una densidad de plantación entre 2.700 y 5.000 plantas por hectárea, se necesitarían entre 17 y 32 millones de plantas por temporada. Sin embargo, según la información publicada por la Asociación de Viveros de Chile (AGV) en el Anuario de Viveros de Chile 2022, la venta promedio de plantas de vides para vino entre 2017 y 2021 ha sido alrededor de seis millones plantas por año (AGV, 2023), muy por debajo de la necesidad estimada anteriormente. ¿Cómo se explica esta diferencia? 

Por una parte, la vitivinicultura tradicional valora los viñedos antiguos para la producción de vino, por lo que hay un incentivo a no arrancarlos ni renovarlos. Así, se pueden encontrar cuarteles en algunos casos “centenarios”, especialmente en zonas como el Valle del Itata o el Secano del Valle del Maule o de Colchagua. Por otro lado, las bajas en la producción, en la demanda y el precio de venta de la uva, impiden que los productores puedan financiar el costo de replantar un viñedo muy particulares. Por esto hay variedades que producen grandes vinos en zonas frías como el Sauvignon blanc plantado en la costa y otras variedades los producen en zonas más cálidas, como el Carignan del Maule. Si el clima cambia de forma importante una vez plantado el viñedo en una zona determinada, no es fácil cambiar la variedad. Un aumento en la temperatura promedio de 1°C puede significar que nuestro Sauvignon blanc ya no tenga el frescor buscado, ni su tipicidad característica, o que el Cabernet Sauvignon termine siendo muy alcohólico, con aroma a fruta sobremadura, homogeneizando los vinos y disminuyendo a la vez el tan buscado sentido de lugar. 

¿Quién iba a pensar hace treinta años que habría viñedos plantados en Inglaterra y Holanda? Y aquí en Chile, ¿viñedos en la Isla de Chiloé o en Chile Chico? Estas nuevas zonas de producción acarrean nuevos desafíos y oportunidades. Un estudio realizado por un grupo de investigadores de distintos países estima que, como consecuencia del cambio climático, Chile puede perder entre un 19 y un 25% de la superficie que se puede plantar con viñedos (Hanna, et al. 2013). El aumento de las temperaturas puede también estar asociado a un aumento en la severidad de algunas plagas y enfermedades o a la introducción de nuevos agentes patógenos. Quizás más problemático que el aumento de las temperaturas, es la disminución de las precipitaciones que afecta la disponibilidad de agua para riego y el aumento de la salinidad de las aguas.

Hace sólo veinte años, los viñateros buscaban portainjertos de bajo vigor con la idea de tener una alta densidad de plantas, baja producción por planta y clones poco productivos. Los portainjertos más populares eran 101-14 Mgt, 3309 C y SO4. En la actualidad se demandan portainjertos vigorosos y resistentes a la escasez hídrica como pueden ser 1103 Paulsen, 110 Richter e incluso 140 Ruggeri. En las variedades se buscan clones productivos que permitan mantener producciones rentables en el tiempo. Se está experimentando con variedades que acumulen color y mantengan la acidez a pesar de las altas temperaturas, como pueden ser Carignan en los tintos o Grenache blanc en los blancos y que idealmente tengan un ciclo de crecimiento más largo de manera que la fruta madure en la época de menor temperatura del verano y otoño.

El rol de los viveros

Por otra parte, los viticultores están más sensibilizados con respecto a la importancia de la sanidad del material vegetal que se usa en las plantaciones. De esta forma, las exigencias respecto a materiales analizados para virus, hongos o bacterias, han pasado de ser una excepción a ser un “mínimo” en la industria. Ya cada vez menos se utilizan yemas conseguidas con un vecino y se prefiere material clonal, sano y con trazabilidad.

El SAG, por su parte, publicó en 2021 la Resolución Exenta Número 4.145 que establece una lista de plagas no cuarentenarias reglamentadas para material de propagación de vid y las medidas fitosanitarias obligatorias para su supresión, y que ahora incluye el Virus de la Hoja en Abanico (GFLV) y el Virus del Enrollamiento de la Hoja (GLRaV-3). Esta normativa aplica para toda la producción de vides, ya sea para venta o autoconsumo, y persigue que, paulatinamente, estos dos virus de importancia económica se erradiquen del material de propagación. 

Por otra parte, una de las principales preocupaciones de los viñateros es la sustentabilidad. Disminuir la huella de carbono y el uso de agua y fitosanitarios ha sido un objetivo por el cual han trabajado desde hace años. En 2011, Vinos de Chile implementó el Código de Sustentabilidad de la Industria Vitivinícola Chilena como “una norma voluntaria que orienta a las empresas vitivinícolas en el desafío de trabajar de manera sustentable a partir de requerimientos en tres áreas complementarias: viñedo, bodega-planta embotelladora y sector social”. Esta iniciativa responde a la demanda mundial por productos más saludables y con un bajo impacto en el medio ambiente.

El rol de los viveros es proveer a la industria vitivinícola plantas sanas y de calidad que le permitan lograr sus objetivos productivos, cualitativos y económicos. Para esto, ponemos a disposición de los viticultores variedades y clones mejor adaptados a las nuevas condiciones climáticas y nuevas zonas de producción. Clones seleccionados en California, donde el clima mediterráneo se parece más al nuestro o variedades del sur de Italia, adaptadas a condiciones más cálidas y de menor disponibilidad de agua. Portainjertos desarrollados específicamente para condiciones adversas del suelo, ya sean abióticas, como sequía y salinidad en el caso de M2® y M4®, o bióticas como los nematodos en la serie GRN®.

Somos el nexo entre los viticultores y las nuevas variedades resistentes a oídio y peronospora provenientes de programas internacionales de mejoramiento genético, como por ejemplo los de la Universidad de Udine en Italia. Incorporamos nuevos productos y manejos para facilitar la plantación a máquina o el reemplazo de plantas faltantes en viñedos adultos usando plantas injertadas en portainjertos de 90 cm versus los tradicionales 30 cm.

Nuestra vitivinicultura se enfrenta a grandes desafíos, pero la vid es una de las especies más nobles y resilientes. Viveros y viticultores en conjunto nos preocuparemos de que esa copa de vino no quede vacía

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