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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición 160

De espaldas al campo

No cabe duda de que el proyecto de 40 horas laborales tenía como objetivo mejorar la calidad de vida de las personas y sus familias. En su génesis, el proyecto planteaba que la reducción de la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales generaría un aumento de la productividad. El argumento se basó en que, por un tema de reconocimiento y valoración, en menos horas se tendría la oportunidad de tener la misma productividad anterior. Nos imaginamos que esto se sustentaba en la teoría de los economistas Carl Shapiro y el Nobel de economía Joseph Stiglitz, la llamada “teoría de los salarios de eficiencia” que, en términos simples, sostiene que la productividad de los trabajadores depende positivamente del salario recibido. En este caso el salario unitario recibido aumentaría, puesto que al trabajador se le estaría pagando lo mismo por trabajar menos horas.

En otras palabras, se sostiene que, en un mercado en pleno empleo, pagar salarios mayores al promedio de mercado por un mismo trabajo representa un fuerte incentivo para que el trabajador se esfuerce más y así mejore su productividad por saber que, si es desvinculado de su cargo, no encontrará un empleo similar con el mismo nivel de sueldo. De esta manera, el trabajador cuidará su empleo siendo eficiente y productivo.

Todos estos supuestos se asientan en mercados bien regulados, con pleno empleo y con equilibrio en cuentas fiscales, pero por sobre todas esto, con un buen nivel educativo de la población y un sólido funcionamiento de sus instituciones. Probablemente, en algunos sectores de la economía se materializan los cambios gradualmente con resultados positivos en la satisfacción de los trabajadores y por lo tanto un aumento notorio en la productividad. Al menos, ya que el proyecto fue aprobado esperemos que sea así. Ahora bien, ¿qué pasa en el sector agrícola? La agricultura es un sector cuyas labores y tareas están intrínsicamente ligadas a factores que el ser humano no tiene la capacidad alguna de controlar. El momento en que la vaca va a parir un ternero en un plantel lechero, de fumigar contra un hongo de inmediato después de una lluvia, de reaccionar a una helada o la maduración precisa de un huerto para ser cosechado. Nuestro sector está repleto de ejemplos en los que la adaptabilidad y flexibilidad laboral es necesaria porque trabajamos con factores dependientes de ciclos biológicos, fisiológicos, fenológicos y de clima, todos elementos que hacen que nuestras labores y tareas tengan tiempos, en términos de frecuencia, longitud y forma, incontrolables e impredecibles. Estas recomendaciones no fueron incorporadas a la nueva legislación.

Los trabajadores agrícolas deben tener jornadas y horarios de trabajo flexibles que se adapten a los cambios de clima y a los ciclos de los cultivos, condiciones sanitarias, ciclos fisiológicos de la producción animal, por mencionar algunos. Esto debe permitirles a los trabajadores agrícolas, trabajar más horas en períodos de mayor actividad y reducir las horas de trabajo en períodos de menor actividad. Por el bien de sus trabajadores y del sector, esperamos que estos cambios se consideren en las revisiones posteriores que se hagan de la Ley.

Editor Revista Mundoagro

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