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Julio Rodiño Durán

Director Editorial

Edición

El eslabón olvidado

¿De qué sirve cocinar el más exquisito plato, con los mejores ingredientes y una presentación que lo haga irresistible si, de camino a servirlo, el garzón dejara caer la bandeja, con plato y todo? Por supuesto, de nada. No hay demasiadas diferencias con lo que ocurre con la producción frutícola. Es decir, de nada sirve producir la mejor fruta, abrir importantes mercados, conseguir los mejores precios y lucirse con brillantes campañas de marketing si una vez que el producto llega a destino este se echa a perder. Dicho así suena obvio. Y es que no hay otra forma de decirlo. Sin embargo, muchos especialistas en poscosecha coinciden en que Chile no ha sabido dar al tema la importancia que merece.

Si bien a grandes rasgos puede definirse poscosecha como todo lo que ocurre una vez que el fruto es retirado del árbol, existen algunos matices. No toda merma representa lo mismo. Existen problemas que se manifiestan a la propia salida del huerto, o ya en el packing, pero también una vez que llegan al puerto de destino e incluso una vez que están en góndola, como puede ocurrir con las cerezas que, tras arribar a China, pueden requerir viajes de hasta tres días sin condiciones ideales de frío. En ese último caso, una primera lectura diría que el perjudicado será el consumidor. Pero una mirada más estratégica nos dice que, como siempre, el problema viene de origen. Así, a futuro ese consumidor será muy difícil de convencer de que la cereza chilena –o el producto que fuera- no es en verdad malo, que sólo se trató de una mala experiencia y que lo mejor sería que volviera a darle una oportunidad a la fruta chilena. En mercados con tanta competencia, las malas impresiones son difíciles de revertir.

Una de las palabras clave para solucionar este asunto es “monitoreo”. Se trata de prever dónde podrán ocurrir los problemas, en tener un seguimiento de todo lo que fue el proceso y anticiparse a lo que pueda ocurrir mediante la segregación de la fruta en distintos programas de guarda o destinos.

Pero una vez más, para eso se debe considerar la cadena productiva como algo integral y no pensar que es un problema que ocurre sólo después de la cosecha. Sólo entonces se manifiesta, pero su concepción nace con la propia elección de la variedad, con el modelo de negocio que se tiene y con la decisión de si el destino al que se pretende llegar es el adecuado, con las formas de trabajo, con la tecnología disponible, con la voluntad de asesorarse, de conocer sobre el tema y aplicar cada una de las prácticas recomendadas como si una vez que la fruta sale de cada predio aún fuera propia, no un asunto de otros. Dicho de otra manera: la poscosecha arranca desde el día cero e incluye también la precosecha.

Las pérdidas de poscosecha no pueden eliminarse, pero sí reducirse. Es un compromiso que debe tomar la industria en su conjunto y cada agricultor y exportador por su cuenta como si su sustentabilidad dependiera de eso. Existe tecnología y conocimiento disponible para lograrlo. No aprovecharlo sería, más que un simple error, una verdadera negligencia.

 

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Robert Edition

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