Un sistema de detección de ultrasonido para determinar la calidad de las frutas fue la innovación que ganó la última edición del premio Avonni, categoría Agro del futuro FIA. Un dispositivo que podría aplicarse en todas las líneas de packing.

En la industria frutícola chilena ha quedado claro que una cosa es ser parte relevante del mapa global exportador y una bien diferente es ser líder, lo cual implica alcanzar un nivel no solo de volumen sino también de excelencia tanto en el producto entregado como en el proceso para conseguirlo. Por eso es que cada una de las innovaciones presentadas a competir por los premios Avonni, categoría Agro del futuro FIA, demuestra que se trata de una industria llena de conocimiento y de ambición, con la intención generalizada de no conformarse: de ir siempre por más. Y eso mismo se transluce en la elección del jurado y los tres casos seleccionados como finalistas. Por último, que el ganador de la categoría haya sido una tecnología que busca determinar la calidad de la fruta deja a las claras el norte de una industria que —aun con sus problemas, desafíos y cuentas pendientes— sabe muy bien lo que quiere y cómo lograrlo: la calidad como estandarte. 

El gran ganador este año fue un dispositivo ultrasonido para revisar la calidad de las frutas, desarrollado por el Dr. Rudi Radrigán, director del Centro de Desarrollo Tecnológico de la Universidad de Concepción. Se trata de una solución tecnológica capaz de medir la calidad a todas las frutas sin dañarlas, lo que permite analizar el cien por ciento del producto, sin daño ni pérdidas por muestreo o por mala clasificación. Esta innovación se puede expandir a todas las frutas y además adaptarse a todo tipo de línea de packing 

DE LA TEORÍA A LA PRÁCTICA 

Si bien es un desarrollo nuevo, con potencial de generar un impacto notable en la fruticultura nacional, lo cierto es que no se trata de una idea nacida de un simple momento de inspiración sino más bien del convencimiento de su utilidad y la perseverancia de llevar a la práctica algo que, en teoría, ya se había planteado tiempo atrás. 

Más allá de las normas de calidad, que fijan unos criterios mínimos, la calidad comercial se basa en propiedades relacionadas con el aspecto externo, las cualidades organolépticas, el aspecto interno, el valor nutritivo y el estado sanitario. Excepto en lo que se refiere al aspecto externo, los controles de calidad actuales utilizan métodos destructivos, basados en muestreos de cada partida de producto que intentan representar su estado global. Sin embargo, estos procedimientos no aseguran la calidad individual de los frutos y, a menudo, ralentizan considerablemente el proceso de selección. El desarrollo de sensores permite procesar una gran cantidad de datos en tiempo real, referidos no sólo a los aspectos visibles de la calidad, sino también a aspectos que no puede observar el ser humano sin la ayuda de instrumentos o sin estropear el producto. 

Hace algunos años, el Dr. Radrigán realizaba un doctorado en Europa y como parte de su proyecto de título había tenido un acercamiento con el ultrasonido de potencia en las frutas, pero según explica por ese entonces aún faltaban más equipos para su desarrollo. “Aunque era una tecnología joven, era bueno no perderla de vista. Y no nos equivocamos”. Radrigán cuenta que, antes de testear el ultrasonido en frutas como kiwis, era muy difícil evaluar un problema de maduración en la columela (defecto de calidad que perciben los consumidores de la fruta), por lo que decidieron avanzar con su uso tanto en este fruto como en arándanos, también propensos a tener un núcleo duro. 

“Partimos con una tesis y ensayos hasta que encontramos una serie de características base del producto que afectan su calidad. El ultrasonido permitía sacarle una radiografía al fruto. Con esa matriz de datos, pudimos determinar algunas propiedades físicas de los frutos y definir si son aptos para exportarse al comercio global”, señala el académico de la UdeC, quien ha contado con la ayuda de Hub Apta durante la última fase de desarrollo de la tecnología y con la vigencia de su patente de invención para implementarla en mercados de todo el mundo. 

Así, sobre un singularizador (la máquina encargada de separar las frutas) se coloca el dispositivo por encima de las bandas de transporte; entonces, a través del envío de ondas de ultrasonido desde un aparato emisor hacia un receptor, se analiza si las frutas están en óptimo estado para destinarlas al mercado exportador. 

Al instalarse en las líneas de proceso, revelando las características que posee el centro del fruto, sin contacto con el material, se preservan sus propiedades y facilita la clasificación entre aquellos que son aptos para ser envasados y exportados o reservados para el mercado local. 

Esta tecnología, además, permite revisar hasta sesenta frutas por minuto con una precisión del 93%, lo que ayuda a mejorar la evaluación y certificar que se trata de un producto de alta calidad, junto con mejorar la eficiencia y los tiempos del proceso. “Lo ideal sería poder instaurar un equipo en cada centro de almacenaje chileno, para que lo conozcan y así distribuirlo a nivel internacional”, concluye el desarrollador de esta tecnología.

NEBULIZADORES PARA AGROQUÍMICOS

Otra tecnología adaptada que está mostrando grandes avances es el uso de nebulizadores para aplicar agroquímicos a la fruta de manera mucho más precisa, minimizando así el impacto para los consumidores. Esto consiste en un goteo ultrasónico que cubre la fruta por completo y evita filtraciones de agua. “Cuando exportas fruta tienes que cumplir con normas sanitarias que son básicas, tanto del país de origen como del país de destino. A veces no admite ciertas prácticas, químicos o procedimientos. Con esto, podemos botar algunas barreras que tiene el producto chileno”, explica Radrigán. El académico indica que con los resultados obtenidos en diversos laboratorios chilenos se pudo determinar que la implementación de nebulizadores a goteo ultrasónico disminuye la contaminación con químicos en la fruta en un 35%. Se trata de una solución que favorece los requisitos solicitados en los países de exportación, dando alternativa a los fruticultores de utilizar otros agentes químicos que no dañen la estructura de la fruta. Por otro lado, los estudios también revelan un importante descubrimiento relacionado a la segregación de frutas, ya que con este tipo de análisis baja la tasa de pérdidas de cosecha en un 12,5%, ocupando agroquímicos como los nebulizadores de ultrasonido.