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Nos acercamos a la época de primavera donde los cultivos, por efecto del aumento de las temperaturas, horas de sol y desarrollo, comienzan a necesitar de la mayor cantidad de nutrientes posibles para la extracción o absorción de estos. Esto con el fin de producir granos, frutos, tubérculos, pasto, de mayor calidad y cantidad. Es […]
Nos acercamos a la época de primavera donde los cultivos, por efecto del aumento de las temperaturas, horas de sol y desarrollo, comienzan a necesitar de la mayor cantidad de nutrientes posibles para la extracción o absorción de estos. Esto con el fin de producir granos, frutos, tubérculos, pasto, de mayor calidad y cantidad. Es por esto que se necesita contar con suelos sanos, fuertes, fértiles y homogéneos. Con estas condiciones ideales podemos lograr que las raíces cumplan mejor su labor de crecer, explorar, interceptar, capturar, absorber y distribuir agua y los nutrientes dentro de la planta para llegar a ser transformado en producto final de calidad y de alto rendimiento (granos, quintales, kilos de materia seca, verde, etc).
Para cumplir con este objetivo debemos considerar como clave el uso y manejo de análisis de suelos, los cuales son la “radiografía” de las condiciones de salud del suelo en el que se va a trabajar en el corto, mediano y largo plazo. Hoy en día, el costo promedio de analizar una muestra de suelo a un laboratorio certificado está en el orden de los 35 a 40 mil pesos. Estamos hablando de una inversión relativamente baja, que brindará una visión general de las posibles fortalezas y debilidades de nuestros suelos.
Si consideramos que se debiese tomar de forma representativa una muestra cada 15 a 20 hectáreas, el valor de costo promedio por hectárea sería de entre dos mil a tres mil pesos. Este es un costo marginal si se considera que los costos asociados a fertilizar rondan entre un 35% a 40% de los costos totales dependiendo del cultivo, por lo que cualquier información que nos ayude a optimizar este porcentaje será bien recibida para lograr una relación costo – beneficio más eficiente en la búsqueda de mejores rendimientos y calidad en los cultivos.
Posteriormente, es ideal considerar y evaluar el estado del suelo respecto a su porosidad, capacidad de aireación, infiltración, estructura, textura, porcentaje de materia orgánica, así como también tener en cuenta si se realizan o no labores de incorporación de rastrojos, guanos u otras fuentes orgánicas. Todo esto debe ser considerado ya que las plantas, aparte de nutrientes minerales, necesitan asimilar carbono, hidrógeno y oxígeno para la formación de carbohidratos y energía en el proceso de fotosíntesis, respiración celular, crecimiento y desarrollo de las plantas.
4 PASOS
Con el objetivo de lograr una fertilización eficiente, metódica y equilibrada se recomiendan los siguientes cuatro pasos.
1. Realizar análisis de suelo de forma periódica
2. Interpretación correcta del análisis de suelo por parte de quien evalúa o realiza diagnóstico.
3. En la recomendación, es fundamental conocer bien cómo crecen y se desarrollan los cultivos, para saber sus requerimientos y las necesidades de nutrientes en las distintas etapas fenológicas de las plantas.
4. Enviar muestras a laboratorios confiables, con resultados que no hagan dudar de lo que se requiere. Así no se subestimarán las dosis de fertilizantes necesarios para correcciones o mantención de los suelos, incurriendo en mayores costos. En lo posible, enviar las muestras año a año al mismo laboratorio, en la misma fecha de muestreo, a la misma profundidad, para evitar una interpretación errónea o aumentar el margen de error del diagnóstico.
ASPECTOS A CONSIDERAR EN LA APLICACIÓN
Se debe tener conciencia de que al fertilizar el suelo lo que se busca es nutrir de forma eficiente a la planta en sus distintos estados de desarrollo, y para ello se deben tener presentes ciertas precauciones y fundamentos técnicos que ayuden a obtener resultados tangibles en el corto a mediano plazo. Realizar una correcta fertilización evitará pérdidas de producto o aplicaciones de cantidades que no correspondan, lo que implicaría costos ambientales y económicos no considerados.
Es importante considerar aspectos simples como el material de los maxi sacos cuando se habla de aplicaciones en grandes extensiones de tierra. La resistencia y largo preciso de las “agarraderas” del saco al momento de ser cargadas por un cargador “pluma” desde el camión a la máquina aplicadora (ej: trompo o sembradora), ya que muchas veces estos maxi sacos vienen con orejas demasiado largas lo que provoca inestabilidad con el movimiento del tractor con pluma al trasladarlo, provocando mala manipulación en la carga, demora, pérdidas de producto por darse vuelta, etc.
En términos de eficiencia en la distribución del fertilizante granulado, ya sea mono- producto o mezcla física debe tener una buena granulometría (mayor a 50% entre 3,35 y 4,75 mm de diámetro por gránulo) acorde a un tamaño uniforme, homogéneo, evitando que contenga en gran proporción gránulos pequeños idealmente sin polvo, para evitar el tapado de la máquina y que el producto pueda ser aplicado con un ancho de trabajo sobre los 25 a 28 metros para abarcar mayor superficie entre pasada y pasada por el potrero. Es decir, el tamaño homogéneo del granulo de fertilizante influye directamente en la eficiencia de aplicación en la superficie de potrero (kilos/hectárea de producto), lo que debiese ser reflejado en rendimientos más parejos y homogéneos del potrero.
ÉPOCA Y CLIMA
Otro punto que considerar para evitar pérdidas de productos en tiempo, clima y condiciones ambientales en aplicación de fertilizantes es realizar fertilizaciones de fósforo y potasio en otoño (nutrientes poco móviles en el suelo, por ende, con poco riesgo de pérdida por lavado por lluvias de otoño e invierno) y dejar la fertilización de elementos móviles en el suelo como el nitrógeno y azufre para inicios de primavera, donde las precipitaciones decaen y hacen más escasas.
Los expertos señalan que, además de las épocas de aplicación, los productores deben fijarse en las condiciones climáticas reinantes al momento de hacer la fertilización. Si no son las propicias, se corre el riesgo de perder nutrientes, lo que puede generar graves problemas al medio ambiente, sobre todo en nitratos. Para el caso de cultivos en donde se aplique nitrógeno parcializado en período de lluvia en la zona sur (como en praderas, trigo, avena raps, etc.) existen varios fertilizantes nitrogenados con inhibidores de nitrificación, ya que si se realiza una fertilización de nitrógeno en períodos de lluvia aumenta el riesgo de perderlo por lixiviación, contaminando las aguas subterráneas.
Al contrario, si se aplica en condiciones cálidas, con más temperatura, más viento y humedad, se puede perder por volatización, por lo tanto, en ambos casos se pierde la eficiencia de la aplicación. Es importante parcializar las dosis de los nutrientes como nitrógeno y azufre en el suelo para que no se pierdan con la lixiviación y desnitrificación; dos procesos que contaminan las aguas y la atmósfera.
CALIDAD DE SUELO
Los nutrientes más trascendentales en los suelos de la zona centro-sur que deben estar presentes en cantidades óptimas para el desarrollo de cultivos de alto potencial son el nitrógeno (N), fósforo (P), potasio (K), Azufre (S), calcio (Ca) y magnesio (Mg). Esto acompañado de pH neutros (pH 6 idealmente), alta suma de bases y baja saturación de aluminio.
Sobre esta situación el agricultor se siente con el desafío de mejorar, para lo cual trabaja con mezclas tipos recomendadas para un cultivo o zona específica, pero que lamentablemente no se deba ajustar a la realidad de cada potrero o fundo. Hoy en día, se copian mezclas de fertilizantes cuya ley o composición de N-P-K-S-Mg puede no ser la correcta según tipo de suelo, nivel de fertilidad, cultivo, manejo anterior, incorporación o no de rastrojos o fuentes de materia orgánica, entre otras que se esté trabajando. Es por ello por lo que hay que diagnosticar en base a la realidad y demanda del suelo y el cultivo, siempre adaptando las mezclas de fertilizantes al suelo del campo y no al revés. Para lo cual se sugiere lo siguiente:
Finalmente el uso de mezclas de fertilizantes adquiridas a un notable bajo precio va de la mano con la utilización de rellenos o “fillers” que complementan las cantidades de cada componte de la mezcla para que se cumpla el requerimiento por ley, pero hace menos eficiente la disponibilidad y reacción de los nutrientes en el suelo para que sean absorbidos por las raíces. Cuando se rellena con cal, yeso o kieserita, la solubilidad de estos componentes y su posterior utilización para ser absorbidos por la raíz no es la más rápida, e influye directamente en ser menos eficiente en la entrega de los nutrientes que se requieren por parte del cultivo.
Por: Fernando Frez Bustamante
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El fósforo (P) es un nutriente fundamental para la producción de cultivos. En Chile, su utilización es muy relevante en cultivos extensivos; sin embargo, en frutales, en muchos casos, ha sido un elemento olvidado, observándose problemas de crecimiento de raíces y calidad de fruta que podrían ser consecuencia de deficiencias de P en el suelo. […]
El fósforo (P) es un nutriente fundamental para la producción de cultivos. En Chile, su utilización es muy relevante en cultivos extensivos; sin embargo, en frutales, en muchos casos, ha sido un elemento olvidado, observándose problemas de crecimiento de raíces y calidad de fruta que podrían ser consecuencia de deficiencias de P en el suelo.
Por otra parte, en algunos lugares, las aplicaciones excesivas de P, a través de la aplicación de purines o guanos estabilizados, han incrementado excesivamente los niveles de este elemento en el suelo, aumentando las pérdidas del mismo hacia aguas superficiales y subterráneas, causando problemas ambientales. Para mejorar la eficiencia de utilización del P es necesario conocer su ciclo en el sistema suelo-planta-ambiente y sus funciones en la planta.
P en la fitonutrición
El fósforo es uno de los elementos esenciales en la nutrición de los cultivos. El contenido promedio de P en la materia seca es de 0,2 % (0,1 – 0,5%). Sus funciones en la planta son numerosas, entre ellas: es un componente del ADN, responsable de la herencia genética, del ATP, responsable de la transferencia y almacenamiento de energía en la planta, componente de los fosfolípidos que forman las membranas celulares, y del ARN, que dicta el código genético para la creación de los aminoácidos, proteínas y enzimas. El P es esencial para muchos procesos metabólicos necesarios para el crecimiento normal de la planta, como la fotosíntesis, respiración, síntesis de ácidos grasos y glicólisis.
Los efectos agronómicos del fósforo son innumerables: mejora la germinación de las semillas y el crecimiento de las plántulas, promueve el crecimiento y ramificación de las raíces, estimula la floración y mejora la formación temprana de brotes y frutos, contribuye a la formación de las semillas, mejorando su producción y calidad, aumenta la uniformidad y maduración de los cultivos, brinda resistencia contra las inclemencias climáticas, otorga resistencia al tallo y pedúnculo, incrementa la resistencia contra la pudrición de la raíz y otras enfermedades, aumenta la capacidad de fijación de nitrógeno en leguminosas y mejora la calidad de los productos.
Las deficiencias de fósforo son más difíciles de diagnosticar visualmente que las de nitrógeno y potasio; el síntoma más frecuente es la detención del crecimiento durante el desarrollo temprano. Se produce una severa restricción en el crecimiento de las raíces y brotes, observándose un follaje restringido y yemas improductivas, maduración retrasada y menor cantidad de semillas y desarrollo del fruto. El fósforo es altamente móvil en la planta, por lo que las deficiencias se observan normalmente en los tejidos más viejos. Las hojas muestran un color verde azulado oscuro y en ocasiones se tornan de color morado.
Las plantas absorben P como iones orto-fosfato primario (H2PO4-) y secundario (HPO42-), cuya abundancia en el suelo depende del pH.
Fósforo en el suelo
En el suelo, el P se encuentra tanto en formas orgánicas (15%, en promedio), como inorgánicas (85%, en promedio), representando las primeras hasta un 50% del P total.
La concentración de P en la solución del suelo es muy baja y varía entre 0,02 y 1 mg/L, la que representa entre el 0,01 a 0,1% del P total del suelo. Existen tres tipos de reacciones que controlan la concentración de iones de fosfato en la solución.
Precipitación – Disolución:
El P forma compuestos de distinta solubilidad con elementos como el Al y Fe a pH ácido y con Ca a pH alcalino. Los fosfatos mono y dicálcicos son los más solubles, mientras que los tricálcicos son los de menor solubilidad.
Sorción – Desorción:
El P junto a otros aniones, puede ser adsorbido por carga eléctrica en óxidos e hidróxidos en la superficie de arcillas amorfas e intemperizadas y materia orgánica.
Este P puede ser desorbido y aportar a la solución del suelo. El P puede ser fijado además a través de un mecanismo denominado chemisorción.
Inmovilización – Mineralización:
El P es utilizado por los microorganismos del suelo y posteriormente mineralizado, aportando a la solución del suelo.
A nivel de disponibilidad en el suelo, las formas de P pueden agruparse en tres fracciones: el P soluble, el P lábil y el P no lábil. Cuando la planta absorbe P desde la solución del suelo, se produce una disminución de la concentración de P en la misma, la cual es repuesta por la fracción de P lábil. A largo plazo, el P no lábil puede aportar a P lábil. El análisis de P extractable en el suelo, como el método Olsen, extrae las formas de P soluble y lábil del suelo.
La mayor disponibilidad del P en el suelo se produce a un pH de aproximadamente 6,2, disminuyendo a pH ácidos o alcalinos. Es un elemento que se mueve hacia las raíces de la planta principalmente (>90%) a través de un mecanismo denominado difusión, que depende de la diferencia de concentración entre la raíz y la solución del suelo y la distancia a la raíz, por lo que la cercanía de las fuentes de P a las raíces absorbentes es muy importante.
Las pérdidas de P del suelo se producen principalmente por erosión y escorrentía y, en menor grado, por lixiviación. En suelos con altos niveles de P (> 50 ppm de P Olsen), las pérdidas por lavado y escorrentía pueden ser muy importantes, provocando efectos adversos a nivel ambiental como la eutrofización de fuentes de agua superficial.
Estudios en Nueva Zelanda han mostrado pérdidas promedio de 142 kg P2O5/ha/año, en aguas de drenaje, representando el 89% del P aplicado (Mc Dowell, 2015). En un estudio reciente en Estados Unidos el 90% de aguas de drenaje de las muestras, excedieron el límite ambiental de P de 0,03 ppm P (King et al., 2014).
Eficiencia de uso del P
En comparación a nutrientes como el N y K, la eficiencia de utilización del P aplicado es muy baja, no superando el 30%, en el mejor de los casos. Esto se debe a la alta reactividad del P en el suelo, el cual es rápidamente retenido en fracciones de distinta solubilidad, formando incluso compuestos prácticamente insolubles como los fosfatos tricálcicos.
Existen varias herramientas para un manejo adecuado del P y un aumento de la eficiencia de uso del mismo que se enmarcan en el concepto de Manejo Integrado de la Nutrición (MIN).
Análisis de suelo:
Utilizar el análisis de suelo para determinar el contenido de P extractable en el suelo. El méto do oficial en Chile es el Olsen, cuyo extractante es bicarbonato de sodio (NaHCO3). Un nivel de 20 ppm de P Olsen es, en general, suficiente para cultivos extensivos, mientras que, para frutales en riego por goteo, un nivel de 30 ppm de P Olsen sería apropiado.
Bajo el nivel crítico debería aplicarse P para llevar el suelo al nivel deseado; una vez alcanzado el nivel crítico, debería aplicarse la extracción anual del cultivo. Un análisis muy útil para saber cuánto P aplicar para llevar el suelo a un cierto nivel de P es la capacidad buffer de P (CP) que equivale a los kilos de P2O5/ha, necesarios para elevar una ppm de P Olsen en el suelo. Para minimizar los problemas de contaminación ambiental, lo niveles de P en el suelo no deberían superar las 50 ppm de P-Olsen.
Además, elevados niveles de P en el suelo pueden inducir deficiencias de micro elementos como el cinc (Zn).
Control del pH del suelo:
Cada vez que el suelo tenga pH inferiores a 5,8 es necesario encalar para aumentar la disponibilidad de P en la solución del suelo. De igual forma, suelos de elevado pH deberían ser acidificados.
En fertirriego, es necesario controlar el pH de la solución manteniéndolo cercano a 5,8.
Uso de fertilizantes con inhibidor de la nutrición:
Los contenidos de N-NH4 en el suelo son mayores en relación a un fertilizante convencional. La planta absorbe el N principalmente como NH4, favoreciendo la absorción de P desde la solución del suelo, incrementando su eficiencia.
Uso de materia orgánica y microorganismos:
La aplicación de materia orgánica aporta importantes cantidades de P orgánico lábil. Los aportes dependerán del tipo de material aplicado; por ejemplo, el guano de pollo aporta cantidades de P orgánico lábil muy superiores al compost y al vermicompost.
En Europa, las cantidades máximas de materia orgánica a aplicar están limitadas por el cumplimiento de dos criterios: 1) que la cantidad de N aplicada no exceda los 200 kg N/ha y 2) que la cantidad de P aplicada no exceda los 50 kg P/ha (115 kgP2O5/ha).
En el caso de guano de ave estabilizado debería aplicarse un máximo de 1.685 kg/ha, mientras que, en compost vegetal, las dosis no deberían sobrepasar los 9.434 kg/ha. En ambos casos, pero parti cularmente en el del guano, si se cumpliera solo el criterio de N, se estaría excediendo las cantidades máximas de P a aplicar.
La aplicación de bioinoculantes en base a microrganismos solubilizadores de P contribuye a aumentar el P en solución a través de la solubilización de compuestos inorgánicos de baja solubilidad como los fosfatos tricalcicos. Existen varias especies de microorganismos de los géneros Bacillus y Pseudomonas, además de hongos de micorriza, capaces de solubilizar P a través de varios mecanismos. Uno de los más comunes es la acidificación del medio a través de la liberación de ácidos orgánicos.
Por otro lado, es posible utilizar microorganismos degradadores de materia orgánica capaces de hacer disponible el P presente en las distintas fracciones de materia orgánica. La actividad de estos microorganismos puede ser determinada a través del análisis de la actividad de las enzimas fosfatasas en el suelo. A nivel general, la actividad sobre la materia orgánica puede medirse a través de la actividad de la enzima B-glucosidasa.
Cuando se utilizan inoculantes deben aplicarse en conjunto con materia orgánica que permita asegurar el establecimiento de estos en el suelo.
Manejo sitio – específico:
Dado que la variabilidad espacial de la disponibilidad de P es elevada, el fósforo debería aplicarse de manera sitio-específica, para eliminarlo como factor limitante de la nutrición y evitar excesos que pudieran contaminar las aguas subterráneas y superficiales.
Efecto del MIN
Algunos estudios han demostrado que el Manejo Integrado de la Nutrición (MIN) genera un aumento significativo sobre la eficiencia de uso del P, la que se ha incrementado casi cuatro veces, en relación al tratamiento convencional. La mayor eficiencia ha sido explicada por una mayor densidad radicular, causada en parte por la mayor disponibilidad de P y un aumento en la absorción de P producto de ello. Por otro lado una mayor densidad de raíces acorta las distancias, incrementando la difusión del P hacia las raíces y por lo tanto su absorción.
El P es un elemento clave para obtener altos rendimientos y calidad. Para aumentar su eficiencia debe manejarse dentro del concepto de Manejo Integrado de la Nutrición (MIN). Por otra parte, la utilización de materiales orgánicos de altos contenidos de fósforo debe ser controlada de manera de no sobrepasar los límites de aplicación anuales.
Escrito por: Rodrigo Ortega y María Mercedes Martínez, Universidad Técnica Federico Santa María.
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