Nuevas reglas y estándares impactarán a las empresas agrícolas de EE.UU.
Las empresas agrícolas de EE.UU. están analizando una variedad de nuevas reglas y requisitos que requerirán tiempo y recursos.
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Todo comenzó como un experimento, cuando hace unos trece años optaron por manejar 25 hectáreas en forma orgánica. Formaba parte de algo novedoso. Después Viñedos Veramonte empezó a emplear prácticas más limpias, reduciendo los pesticidas y tratando de llegar con vinos que tuvieran cero residuos de agroquímico. Esto marcó el inicio de la nueva etapa […]
Todo comenzó como un experimento, cuando hace unos trece años optaron por manejar 25 hectáreas en forma orgánica. Formaba parte de algo novedoso. Después Viñedos Veramonte empezó a emplear prácticas más limpias, reduciendo los pesticidas y tratando de llegar con vinos que tuvieran cero residuos de agroquímico. Esto marcó el inicio de la nueva etapa en la que se encuentran hoy: el 100% de la producción propia orgánica y certificada.
Al reducir la cantidad de pesticidas fue que se dieron cuenta que el paso siguiente, migrar a productos de origen orgánico, no era difícil. “En el año 2012 más o menos ya decidimos entrar de lleno en lo que es agricultura orgánica; ya no era solamente ir reemplazando los productos químicos por naturales. Empezamos también a cambiar los fertilizantes de síntesis por los naturales y con eso en lo que se refiere a productos químicos, estábamos totalmente limpios. Lo único que faltaba era el manejo de malezas y ya a fines de 2012 eliminamos por completo el uso de herbicidas”, recuerda José Aguirre, gerente agrícola de esta compañía.
Pero las cosas siguieron avanzando hasta que en 2014 iniciaron la certificación, que después de los tres años de transición generó el Sauvignon blanc de la temporada 2017. Este fue el primer resultado del ingreso a la agricultura orgánica, aquella que busca que los suelos estén vivos y sanos, por lo que requiere de cierto tipo de prácticas.
Cambio de práctica
Fitosanitarios, control de maleza y fertilización fueron las tareas que implicaron un cambio en Veramonte al pasar de la producción convencional a la orgánica. En el primer caso, recuerda Aguirre, se trataba de no utilizar los productos de síntesis, por lo que se comenzó con un programa de pesticidas de origen orgánico y certificados. En cuanto al control de maleza, el principio básico pasa por el no uso de herbicidas, por lo que el trabajo de limpieza se realiza de forma mecánica, ya sea con personal, animales o la maquinaria adecuada. Pero algo que también se modifica es el concepto mismo de maleza.
“Al utilizar productos químicos que van seleccionando algunas malezas lo que haces es matar tu diversidad de pastos y plantas y se van haciendo mucho más agresivas las que son resistentes a los herbicidas. En cambio, con prácticas de manejo orgánico donde el control es mecánico, no hay ninguna maleza que sea resistente a cortarla; entonces vas teniendo un equilibrio en los pastos. Se va volviendo a lo antiguo, que eran las praderas naturales con pastos muy poco agresivos que te aportan al suelo, te aumentan la materia orgánica, ayudan a la descomposición de tus materiales de poda o todos los restos de hoja, sirven de alimentos también para las bacterias y hongos y vas mejorando tu sistema.
Al final lo que antes era un problema, toda la maleza, hoy día no lo es”, profundiza Aguirre. Posteriormente viene la práctica que este experto califica como la más relevante y la que en una primera etapa fue la más complicada para la viña: la fertilización. Esta labor la realizan sólo con compost, que se elabora con guano de vaca y restos de los desechos de la bodega de subproductos de la vinificación como el orujo y escobajo, a lo que también se aporta algo de materia verde y materia seca a través de restos de cultivos como la avena y el trigo.
Pero su dificultad no pasó por la composición, sino por la logística, ya que se deben aplicar grandes volúmenes en la misma fecha que se está cosechando. “En general todo en la agricultura orgánica tiene tiempos que hay que respetar y la fertilización es uno de esos. Idealmente hacerla en otoño o en invierno para que se incorpore con las lluvias. El salto de convencional a orgánico en ese sentido es un poco complicado porque necesitas grandes volúmenes los primeros años. Pero después de que el sistema ya entra en régimen, empiezas a bajar los volúmenes de aplicación, solamente con dosis de mantención y comienzas también a mejorar la calidad de tus compost, cada vez son más nutritivos, por lo que cada vez aportan más. Acá lo que importa al final es más la calidad que la cantidad”, comenta y agrega que además se vuelven a recuperar los equilibrios naturales de insectos: las plagas ya no empiezan a ser tan complicadas como lo eran en un sistema convencional donde no hay enemigos naturales, aquí estos empiezan a proliferar ya que ellos mismos los siembran.
En pos de la biodiversidad
La filosofía básica de este tipo de sistema productivo es la biodiversidad, por lo que Veramonte apunta a la recuperación de la pradera natural y fomentar el crecimiento de pastos nativos. Por ello es que se encuentran trabajando en distintos proyectos con universidades. En la nutrición también es relevante la biodiversidad de microorganismos, en la que juegan un rol clave las leguminosas. “Nosotros partimos sembrando leguminosas, las tradicionales como habas y arvejas, pero hoy estamos tratando de recuperar leguminosas locales, menos agresivas; entonces al final tu aporte de nitrógeno, que es lo esencial para el crecimiento de las plantas, lo aporta por un lado el compost y por otro lado las leguminosas”.
Más allá de los insumos
En los inicios de la agricultura orgánica o hace unos trece años atrás había una oferta muy restringida en cuanto a productos certificados que permitieran hacer frente a las plagas y enfermedades, situación que difiere con la actual, donde la disponibilidad es amplia y se encuentran soluciones para todo. Pero a juicio de Aguirre no es suficiente con el uso de productos, ya que define el control sanitario como un tema multifactorial. Existen prácticas agrícolas en cuanto al manejo del viñedo que ayudan a mejorar el aspecto sanitario tales como la ventilación y exposición de los racimos. Pero posteriormente viene el hecho de manejar la viña de forma más despejada para que sea menos susceptible al ingreso de los patógenos. “Plantas con exceso de nitrógeno que producen mucho follaje, poca ventilación, racimos más compactos y tejidos más débiles son más susceptibles. En general todas las enfermedades, buscan esto. ¿Y qué es lo más fácil de atacar? Un tejido delgado y suculento”, señala Aguirre y agrega que al no generar estas condiciones van a haber menos problemas sanitarios y por consecuencia, se va a requerir un menor uso de agroquímicos.
De esta manera es que en Viñedos Veramonte intentan llevar el viñedo a una condición en que necesite la menor aplicación de productos externos. Y en segundo lugar, para las enfermedades que se deben controlar, utilizan los productos permitidos. Básicamente se trata de microorganismos o síntesis de éstos, por lo que aplican hongos y bacterias directamente al campo que son capaces de competir con botritis y oídio, para la que también ocupan azufre. En el caso de las plagas, añade Aguirre, se utilizan productos de origen bacteriano y enemigos naturales. El cambio en los manejos y el tipo de insumos a utilizar son una práctica que se da en todos quienes se convierten a lo orgánico, un tipo de agricultura que en el caso de los vinos potencia la expresión de cada terroir, precisamente la marca diferenciadora de esta viña.
Un sector distintivo
Al potenciar la microflora y microfauna, aportar compost de calidad y extraer los nutrientes del suelo en profundidad, el resultado es la expresión del terroir, que puede ser distinto en diferentes zonas de un mismo valle. Esto es precisamente lo que distingue los vinos de Veramonte. “Somos muy afortunados por los terroir que tenemos. Se plantaron las mismas variedades en zonas muy distintas del campo, por lo que hemos sido capaces de ir seleccionando los terroir e ir obteniendo vinos de muy buena calidad”. Y es que esta viña posee producciones en el valle de Colchagua (en Apalta y Marchigüe) y en Casablanca. En este último caso llevan más de 25 años en la zona, por lo que ya se encuentran en la segunda vuelta del sistema. Así es que están arrancando algunas cosas que no funcionaron y replantándolas con variedades que sí obtuvieron buenos resultados en esos lugares. “Hoy la segunda etapa de plantación está orientada a obtener los mejores vinos que te den esos lugares y en donde en el primer periodo se obtuvieron buenos resultados, se mantiene”, añade Aguirre.
Suelos mayoritariamente graníticos son los que se encuentran en el Valle de Casablanca, un factor central a la hora de hablar del terroir, al que se suma el clima, más bien frío. Pero dentro del valle estos aspectos pueden ser los mismos en distintos sectores, por lo que el factor que entrega ese carácter único son precisamente los minerales del suelo que tiene esa zona en particular. El común denominador si hablamos de Sauvignon blanc, Chardonnay y Pinot Noir es que se tratan de variedades de ciclo corto, por lo que se dan de mejor forma en Casablanca. “Como es un clima más frío, las variedades se demoran más en acumular azúcar y como empiezan a hacer este almacenamiento en forma tan lenta, alcanzan a madurar muy bien los taninos y mantienen una acidez natural adecuada.
Además los ácidos no se degradan tan rápido, entonces al final tienes vinos con una expresión de fruta, equilibrio y madurez justa”, explica Aguirre. De esta manera en Casablanca alcanzan a madurar muy bien hasta las variedades de ciclo medio, como Syrah y Merlot, mientras que Colchagua ofrece las condiciones para variedades como Carmenere y Cabernet Sauvignon.
Hacia la producción orgánica
Como una agricultura que está volviendo a tomar fuerza es como Aguirre define a la orgánica. Y ello lo atribuye a los resultados que ha tenido la producción convencional en cuanto al deterioro del medio ambiente y de los suelos. La mayoría de los fertilizantes de síntesis corresponden a sales, con lo que finalmente se aporta al suelo un elemento que cambia toda la composición química y termina con suelos estériles. “Cuando trabajas productos de calidad, y no me refiero sólo al vino, sino también hortalizas o frutas, eso se expresa en el resultado final. Suelos muertos son productos que no tienen identidad. Y en el vino, que generalmente se consume por gusto, esto se nota aún más”. En el caso de la viticultura se trata de un tipo de producción que todavía es de nicho, ya que si se compara la proporción orgánica con la convencional, aún es pequeña. Y ello se debe a que el concepto de agricultura orgánica se entendió mal en las primeras etapas de la nueva revolución verde. “Yo creo que confundían agricultura orgánica con no hacer nada. Al final para hacer este tipo de producción y obtener resultados similares al convencional, hay que trabajar mucho más”, advierte. Sin embargo, se trata de una tendencia empujada por los consumidores, que están requiriendo cada vez más este tipo de productos. Y como define Aguirre, corresponde a una alternativa que bien llevada permite obtener los mismos rendimientos, con mejores calidades y que captan el verdadero carácter de la tierra de donde provienen, asegurando además la longevidad de los viñedos y la sustentabilidad en el tiempo.
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Pedro Acuña Gutiérrez, ingeniero agrónomo de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez y con una vasta experiencia en el sector financiero, asumió este mes el rol de director ejecutivo de la asociación gremial de Procesadores y Exportadores de Ciruelas Secas, Chile Prunes. Desde 1996 ligado a la banca y […]
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Robert Edition
6 minutes ago