Los recientes fenómenos climáticos en Chile y el mundo nos hacen ver de manera palpable lo que nos han ido advirtiendo en los últimos años: el cambio climático está en curso, con impactos cada vez más severos y con la necesidad urgente de tomar las medidas adecuadas. Desde la década pasada, diversos estudios buscan cuantificar los efectos económicos globales del cambio climático de cara a las próximas décadas. Todos con impactos significativos.

En nuestro país, el Banco Central realizó un importante ejercicio al respecto y apunta a que, si hacia el 2050 el crecimiento económico en Chile estaría en torno a 1,8% por año, el cambio climático podría recortar marcadamente esa proyección. Considera que, si la temperatura sube en 2° (grados) hacia esa fecha, ese crecimiento de largo plazo estaría más cercano a 1,2%. Los sectores económicos más golpeados en orden serán la agricultura, las manufacturas y los servicios básicos, pero se anticipan efectos transversales para nuestra economía.

La agricultura en Chile, por ejemplo, podría incluso tener un crecimiento económico nulo de cara a las próximas décadas bajo el escenario más negativo asociado al clima. En respuesta, el país ya asumió el compromiso de carbono neutralidad al 2050, lo que abre importantes cambios y oportunidades que ya están en marcha. La inversión relacionada con el cambio climático está gradualmente tomando tracción y se prevé que la agricultura incorpore un salto de productividad relevante de cara al 2050, algo que había perdido en la última década. Es más, si se llevan a cabo los ajustes y la inversión necesaria, el sector agrícola podría ser el más productivo en el Chile del futuro y un polo de inversión ante la nueva economía que se avecina.

Pese a ello, la transición no será fácil y las cosechas ya se están adaptando. Las manzanas, el maqui, las nueces y los arándanos se ven favorecidos por el clima que está adoptando nuestro país. Las cerezas irán desplazándose hacia zonas más frías y el sur de Chile aparece como una zona atractiva para el sector frutícola, dada su condición de regulador térmico. El uso de tecnología, análisis de datos y rotación de cultivos, entre otros, serán herramientas claves para afrontar de la mejor manera los desafíos que presenta el cambio climático.

Cabe mencionar que estos fenómenos de cambio deben ser planificados y estructurados y con un involucramiento activo de todos los actores. Asegurar abastecimiento de agua, regulaciones sobre uso de suelo, seguridad y conectividad, es parte de la tarea del Estado para crear las condiciones propicias para la inversión. El fenómeno migratorio hacia zonas que tendrán un mayor desarrollo agroindustrial también debe ser un eje de atención y una oportunidad que no debe ser desaprovechada para el crecimiento de las regiones y comunidades.

A nivel global, en tanto, el desafío parece ser más político que económico. Las economías más grandes y contaminantes no son las más afectadas por el cambio climático, lo que supone un compromiso frágil a la hora de materializar los ajustes necesarios. China, EE.UU. y Europa, en distintos grados y temporalidades, han ido abordando este fenómeno, pero aún existe incertidumbre sobre el ritmo de disminución de carbono hacia el 2050. Por lo pronto, se anticipan fenómenos climáticos cada vez más intensos y con impactos de primer orden sobre la economía y las ciudades. 

Para nuestro país se abre una ventana de posibilidades y cambios significativos para la estructura económica. Ello no estará exento de vaivenes y episodios complejos, particularmente para el sector agrícola, pero el proceso de transición hacia una economía más sostenible ya está en marcha.