Cualquier chileno que piensa en azúcar, piensa en remolacha. Pero es una excepción dentro del hemisferio sur. Ya sea en el continente africano, en Oceanía o mismo en Centro y Sudamérica, lo habitual es conseguir el azúcar desde la caña de azúcar. Y su mayor exponente es Brasil. Pero el juego de las diferencias marca además otro punto relevante respecto de Chile. Mientras en nuestro país, por tratarse de una explotación extensiva la mecanización resulta imprescindible, las características agronómicas de la caña y también las condiciones sociales donde se la produce hacen que la cosecha manual siga siendo de gran relevancia.

No obstante, desde hace tiempo tanto los empresarios como el propio Estado brasilero vienen trabajando para cambiar la situación. Además de brindar las herramientas tecnológicas y el financiamiento para acceder a la maquinaria, se han promovido diversos cambios en la legislación laboral. El que podría generar el mayor avance en este sentido es la prohibición de pagar por caña cosechada, lo que implica la obligación de que los cosecheros cuenten con salarios, un modo de formalizar el trabajo y de que, eventualmente, sean capacitados para llegar a la mecanización. Otro de los objetivos de esto es reducir la altísima tasa de accidentes vinculados al uso de machetes.

Un estudio ha calculado que en promedio por día cada cosechador de caña corta 12 toneladas de caña, camina 8,8 kilómetros, realiza 133.332 golpes de machete, hace 36.630 flexiones y giros con el cuerpo y pierde 8 litros de agua.

Fotografía: Verena Glass.