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En Chile, existe una extensa área agrícola que va desde la Región de Valparaíso hacia el norte, caracterizada por la existencia de suelos con pH neutro-alcalino (>7,0) y elevadas concentraciones de carbonatos de calcio y bicarbonatos, en los que el déficit de hierro (Fe) es una de las principales carencias nutricionales de las plantas. Tal […]
En Chile, existe una extensa área agrícola que va desde la Región de Valparaíso hacia el norte, caracterizada por la existencia de suelos con pH neutro-alcalino (>7,0) y elevadas concentraciones de carbonatos de calcio y bicarbonatos, en los que el déficit de hierro (Fe) es una de las principales carencias nutricionales de las plantas. Tal problema afecta significativamente a los huertos frutales y provoca una disminución importante en la vida útil de los árboles, y reducciones en la producción y calidad de la fruta.
El Fe es uno de los elementos más estudiados en nutrición mineral, ya que es componente estructural de numerosas enzimas (oxidasas, catalasas, peroxidadas deshidrogenasas etc.), participa en reacciones de transformaciones de energía, y es catalizador de algunas enzimas involucradas en la síntesis de la clorofila. La carencia de Fe, cuyo síntoma se denomina “clorosis férrica”, se manifiesta en la planta mediante un color amarillo en la lámina de las hojas jóvenes, sin considerar la nervadura, la cual tiende a mantener su color verde.
Las especies frutales absorben el Fe desde el suelo preferentemente en la forma de Fe+2 (estado químico bivalente). La disponibilidad del elemento podría disminuir debido a condiciones físico-químicas del suelo, tales como la presencia de carbonatos de calcio y bicarbonatos, por sus efectos en el incremento del pH, favoreciendo la oxidación de Fe+2 a Fe+3, provocando el déficit de Fe en las plantas. Además, por cada unidad de incremento en el pH del suelo, el Fe+2 se torna 1.000 veces menos soluble.
El grado de susceptibilidad de las plantas a la clorosis férrica es muy variable para las distintas especies y variedades. Dentro de las especies frutales más susceptibles a la carencia de Fe, se encuentran el membrillero, peral, duraznero, ciruelo, damasco, limonero, palto, arándano, mientras que el manzano, vides, olivos, almendros, naranjos, nogales y cerezos son relativamente tolerantes a la carencia de Fe. En Chile, uno de los métodos más utilizados para corregir este problema es la acidificación del suelo mediante aplicaciones de azufre elemental (S), dado que la reacción del azufre con el agua y el oxígeno del suelo, en presencia de microorganismos quimioautotróficos especializados (Thiobacillus y otras especies), genera ácido sulfúrico como reacción intermedia, que finalmente reduce el pH en el suelo. Este método no es completamente eficaz, ya que, dependiendo del pH inicial y la capacidad de amortiguación del suelo, se deben aplicar cantidades extremadamente altas de azufre para cambiar el pH al nivel óptimo (según la especie frutal cultivada), lo que afecta la disponibilidad de otros nutrientes y la biomasa microbiana del suelo.
Otra alternativa para reducir el pH del suelo es la aplicación de ácidos inorgánicos a través del riego. Los ácidos más utilizados son el sulfúrico y el fosfórico, ambos de mayor eficacia respecto del azufre elemental, en especial en suelos débilmente tamponados. En términos generales, esta técnica es muy eficiente para reducir el pH e incrementar la solubilidad del Fe en el suelo; sin embargo, es una práctica peligrosa para el operario agrícola, aumenta la salinidad del suelo (conductividad eléctrica), y afecta la disponibilidad de otros nutrientes.
Además, las aplicaciones repetidas de ácidos inorgánicos en el suelo pueden inducir efectos perjudiciales sobre la biomasa microbiana. Por otra parte, los quelatos de Fe sintéticos han demostrado ser la solución más efectiva para la corrección del déficit de Fe. Sin embargo, estos poseen un elevado costo, requieren de repetidas aplicaciones y, debido a su elevada estabilidad y solubilidad en los suelos, incrementan los riesgos de lixiviación y contaminación de napas freáticas. En consecuencia, actualmente los costos de producción y las tendencias mundiales conducentes al establecimiento de sistemas productivos que garanticen la protección del medio ambiente, ponen en evidencia la necesidad de desarrollar alternativas sostenibles y de bajo costo para el control de la clorosis férrica en los huertos frutales.
FERTILIZANTES NITROGENADOS ACIDIFICANTES EN PALTOS
Considerando que el principal factor causante del déficit de Fe es el pH neutro-alcalino del suelo, el uso de fertilizantes con efecto acidificante en el suelo podría constituir una estrategia eficaz y sostenible para mejorar la nutrición férrica de las plantas. En tal contexto, y para comprobar la hipótesis, durante la temporada 2014-2015 se estableció un experimento conducido por el Laboratorio de Nutrición Vegetal de la Universidad de Chile, en un huerto comercial de paltos (Persea americana Mill.) variedad Hass con síntomas severos de clorosis férrica, ubicado en la zona de Hijuelas (Región de Valparaíso). El palto es una de las especies frutales más sensibles al déficit de Fe, y en las zonas circundantes a La Calera, dicha carencia se presenta con frecuencia en los árboles. Los tratamientos consistieron en la aplicación de urea y sulfato de amonio, como fuentes de nitrógeno amoniacal de acción acidificante, con y sin la adición del inhibidor de la nitrificación 3,4-Dimetilpirazol fosfato (DMPP). Para evaluar la eficacia de los tratamientos, las estrategias propuestas fueron comparadas con la aplicación de NO3-como fuente nitrogenada no amoniacal (control absoluto) y con la aplicación de NO3- + un quelato de Fe-EDDHA aplicado al suelo (control positivo). Los resultados de este estudio mostraron una importante reducción en el pH del suelo cercano al bulbo de mojamiento de los goteros para todas las fechas de medición, incluso luego de cuatro meses (agosto) de haber finalizado las aplicaciones de fertilizantes. En esta variable, las aplicaciones de sulfato de amonio + DMPP, y sobre todo las de sulfato de amonio solo, lograron reducir el pH del suelo en comparación con el resto de tratamientos.
En la medición realizada en mayo, el tratamiento con sulfato de amonio alcanzó un pH de 5,5, logrando una reducción de 2,6 puntos en comparación con el análisis de suelo inicial que reportó un pH de 8,1 para todo el cuartel.
Además, las aplicaciones de sulfato de amonio + DMPP lograron incrementar la concentración de clorofila de las hojas, logrando una eficacia similar al tratamiento con Fe-EDDHA , mientras que las aplicaciones de sulfato de amonio y urea mostraron una eficacia intermedia en incrementar esta variable altamente asociada a la clorosis férrica. En esta investigación también se evaluó el crecimiento de los brotes, la radiación interceptada, la fotosíntesis que realizaban las hojas, y la concentración foliar de macro y micronutrientes (excepto el Fe), sin encontrar diferencias entre los tratamientos (Granja y Covarrubias, 2018), ya que probablemente se requieren más temporadas de estudio para observar cambios en dichas variables.
Estos resultados sugieren que al realizar cambios en la estrategia de fertilización nitrogenada usando fuentes amoniacales con efecto acidificante (o alternando con fuentes nítricas), se puede llevar a cabo la nutrición nitrogenada, y a la vez controlar problemas de déficit de Fe en el huerto.
CULTIVOS DE COBERTURA Y SANGRE BOVINA EN ARÁNDANO
El arándano es un cultivo que se encuentra en creciente expansión en Chile. Entre los años 2005 y 2014 la superficie plantada creció en 13.146 hectáreas, y actualmente la superficie total cultivada supera las 15.000 hectáreas. Además, Chile se ha posicionado como uno de los principales productores y exportadores de arándanos a nivel mundial. El arándano es una especie adaptada para crecer en suelos ácidos, y el rango de pH adecuado para su desarrollo está entre 4,5 y 5,2. Es por ello que este frutal se desarrolla adecuadamente en el sur de Chile, dadas las condiciones de pH de los suelos allí presentes (pH ≤ 5,5), y asimismo, las mayores extensiones plantadas se encuentran entre las Regiones del Maule y La Araucanía.
No obstante, debido principalmente a la precocidad en la maduración de la fruta, y a diversos factores agronómicos con favorables implicancias en la rentabilidad del cultivo (condiciones climáticas, menor susceptibilidad a enfermedades, etc.), desde hace algunos años las plantaciones se han extendido hacia el centro-norte de nuestro país, llegando a las Regiones de Valparaíso y Coquimbo. En dichas regiones existe una proporción importante de suelos que presentan un elevado pH y altos niveles de carbonatos de calcio y bicarbonatos, y como consecuencia los arándanos establecidos en dichas zonas generalmente sufren de clorosis férrica.
Algunas investigaciones han reportado que el establecimiento de los frutales en asociación con cultivos de cobertura de especies gramíneas contribuye significativamente a prevenir la clorosis férrica en los huertos (Covarrubias et al., 2014). Esto ocurre porque las gramíneas tienen la habilidad de exudar a la rizósfera compuestos quelantes que forman complejos altamente solubles con el Fe+3, llamados fitosideróforos, que permiten que los cultivos asociados puedan tomar el Fe desde el suelo. Entre las especies más eficientes para exudar fitosideróforos se encuentran las gramíneas Festuca rubra y Poa pratensis. Diversas experiencias realizadas en distintas partes del mundo han reportado resultados positivos de este sistema en cítricos, kiwi, olivo y vides. Por otra parte, algunas experiencias han demostrado que ciertos compuestos derivados de la sangre bovina, que usualmente se utilizan como fertilizantes nitrogenados, tienen una elevada concentración de Fe (3.000-5.000 mg kg-1 de Fe) quelatado por el grupo hemo de la hemoglobina, y una alta estabilidad y capacidad para mantener el Fe en formas disponibles para las plantas en suelos alcalinos. En experimentos controlados y de campo conducidos en vides, las aplicaciones de sangre bovina incrementaron la concentración de clorofila, el crecimiento de las plantas y la producción.
EVALUACIÓN DE LOS TRATAMIENTOS
Con el objetivo de evaluar la eficacia de estos tratamientos sostenibles para controlar el déficit de Fe en una especie como el arándano (por primera vez en el mundo), en el marco del proyecto Fondecyt 11130328 dirigido por el autor principal de este artículo, se estableció un experimento en la temporada 2014-2015 en un huerto comercial ubicado en la comuna de Catemu (Región de Valparaíso), en plantas de arándano alto de la variedad ‘Emerald’ de tres años con síntomas de clorosis férrica. Se utilizaron las gramíneas Festuca rubra y Poa pratensis, las cuales se sembraron en la sobre-hilera del cultivo en otoño de ese año. La aplicación de sangre bovina y de quelato Fe-EDDHA (5% p/p) se realizó cada quince días desde inicio de brotación (mediados de agosto) hasta el final del pr mer “flush” de crecimiento (principios de enero).
Los resultados de este estudio, muestran que la asociación con ambas gramíneas incrementó el contenido de clorofila, la producción por planta y la carga frutal (Cuadro 1), alcanzando una eficacia similar al tratamiento con Fe-EDDHA. Sin embargo, dicha estrategia mantuvo o redujo (para el caso de Festuca rubra) el largo de los brotes de los arándanos, lo que podría atribuirse a la competencia por agua y nutrientes (datos no mostrados), que ejercen sobre el cultivo. Por su parte, la sangre bovina incrementó el largo de los brotes, probablemente por el aporte adicional de nitrógeno, pero no se diferenció del testigo en el contenido de clorofila foliar y en las variables productivas. Finalmente, y como era de esperarse, las plantas tratadas con que lato Fe-EDDHA obtuvieron el mayor contenido de clorofila durante toda la temporada, y alcanzaron la mayor producción y tamaño de frutos.
En definitiva, los resultados obtenidos en este estudio indican que la asociación con gramíneas constituye una estrategia eficaz para controlar el déficit de Fe, que podría reemplazar o ser complementada con el uso de quelatos de Fe. Sin embargo, se requieren más investigaciones para encontrar la manera de mitigar los efectos adversos de esta técnica en el crecimiento de las plantas, reduciendo la competencia por agua y nutrientes. En tal contexto, sería interesante probar especies gramíneas nativas de bajo consumo hídrico y de alta eficiencia en exudar fitosideróforos. Con respecto a la sangre bovina, resulta necesario estudiar otras formas de aplicación (dosis) y formulaciones para optimizar la eficacia de control del déficit de Fe.
Escrito por: Lucía Michel, José Ignacio Covarrubias y Fernando Granja de la Facultad de Ciencias Agronómicas, Universidad de Chile.
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Robert Edition
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